Para Fernando López Alanís, la historia nace a partir de los diarios y registros que se guardan por años. De esa manera, los historiadores recurren a los documentos que en años anteriores se registraron, pues así se sustenta una investigación con antecedentes históricos. En cambio, para el Cronista, lo más importante es el presente y el momento en el que vive, debido a que dichos parámetros integrarán la base informativa que dentro de 50 o 100 años, se convertirá en materia prima para la labor del historiador.
La historia la hacen y la ejecutan los hombres, independientemente del lugar que ocupen en una cierta escala social, política o cultural. La historia que se escriba es una representación, una puesta en escena. La investigación de lo histórico debe generar nuevas preguntas y poner acento en múltiples factores que sirven para entender mejor dichos temas. La historia es abierta y la labor del historiador y del buen investigador es darle sentido, abrir horizontes que nunca antes se habían abierto, a decir del historiador Álvaro Matute.
Pero muchas de las veces el historiador hace una recopilación de materiales, estructurados en forma cronológica y así el lector los lee como si fuera una crónica lo que en realidad es el relato histórico. Regularmente el cronista así como el historiador caen en el ámbito del cronista periodístico, dejando una descripción fiel de lo que mira y de lo que es testigo. Porque en realidad el Cronista es aquel que no quiere las cosas caigan en el olvido. En ese sentido, es una suerte de micro historiador, cuya labor consiste en convertir en positivo todo lo que otros ven como peyorativo o sin importancia. De hecho, muchos historiadores y literatos mexicanos han caído en los encantos de la Crónica: Guillermo Prieto, Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Novo, Manuel Payno, entre otros.
Para el historiador mexicano Álvaro Matute: “Una crónica, simplemente dejó de ser una tarea que pudiera satisfacer las necesidades memorísticas de una comunidad o peor aún, de una sociedad. El cronista se trasladó al periódico y en él fueron quedando registradas las acciones que podían trascender en la memoria colectiva. Pero esos registros, estos aconteceres, no se rigen por los cánones historiográficos, sino que se producen en la libertad del cronista, gracias a su percepción y a su agudeza, a su poder evocativo y a su incisión crítica”.
Respecto al oficio de historiar, puedo decir sin temor a equivocarme que pocas disciplinas humanas y científicas tienen la capacidad de abarcar y estudiar muchas cosas. La historia habla de todo y trata de las relaciones sociales: guerras, comercio, técnica, ciencia, religión, estado, familia, ideología y filosofía. Su objeto es la descripción y el conocimiento de las relaciones y de sus transformaciones, ya sea para justificarlas como inmutables y naturales o de criticarlas explicando que son cambiantes y transitorias. En sí, la historia se define como la ciencia que estudia los hechos y los acontecimientos que se desarrollan a través del tiempo, cronológicamente coordenados en el tiempo y en el espacio a través de una relación diacrónica y sincrónica.
La historia comienza donde termina la memoria de las generaciones vivas que son los abuelos y en algunos casos hasta los bisabuelos o las personas de más edad entre la comunidad. De ellos para acá, la conocemos por crónicas, relatos, narraciones de testigos presenciales y otras cosas.
La historia tiene dos funciones, explica el movimiento anterior a la sociedad y organiza el pasado en función de los requerimientos del presente. Estudiamos historia, porque nos ayuda a fortalecer la identidad cultural, como proceso de cambio y como conocimiento del pasado.
El historiador alemán Dilthey una vez escribió: “solo la historia puede decidir lo que el hombre sea”. En esa perspectiva, la historia responde al interés de conocer nuestra realidad presente, es un intento por comprender y explicar el presente, acudiendo a los antecedentes que se presentan como sus condiciones necesarias, porque el ser humano tiene necesidad del pasado, nos cohesiona como miembros de un grupo, nos da identificación personal y comunitaria y nos instala en el porvenir.
La finalidad del historiador es escribir un estudio en donde se reúnan cada de las evidencias sobre el suceso que se desea aclarar buscando dar una interpretación de cada uno de los elementos que constituyen una evidencia. Es por ello se recomienda hacer periodos de estudio.
El historiador relata la historia real o imaginaria de los hechos humanos y acontecimientos importantes en la vida de un pueblo, informando como se vivieron y experimentaron y del significado que tuvieron, tratando de ceñirse rigurosamente a la realidad, utilizando como géneros literarios la épica, la lírica, la narrativa, el cuento, la novela, el ensayo y la crónica.
Por eso se recomiendan los siguientes pasos para leer la historia o una historia:
- considerar el género literario
- situar la circunstancia histórica de los protagonistas
- considerar el momento en que vive el autor
- encontrar el sentido del texto: mensaje, finalidad e intención, entre otras cosas.
La investigación histórica debe hacerse con rigor científico para la descripción y análisis de los sucesos pasados. El proceso a seguir es de tipo inductivo pues se investigan varios hechos para llegar al todo. Los historiadores reúnen, examinan y clasifican los hechos de acuerdo con normas específicas y se esfuerzan por interpretarlos de una manera adecuada y presentarlos en exposiciones capaces de resistir la prueba del examen crítico. La recolección de datos se obtiene de acuerdo a dos fuentes, que pueden ser primarias o secundarias.
Entre las ventajas que encontramos de la investigación histórica están las siguientes: conociendo el pasado se comprende mejor el presente, se puede contrastar un suceso con otro similar y se aprende de los errores del pasado. Pero también existen ciertas desventajas: no se pueden probar las hipótesis a través de la observación controlada o experimentación, difícilmente se pueden recrear personalidades o hechos en forma objetiva, no existe una terminología técnica como la tienen por ejemplo otras disciplinas de las ciencias sociales y debemos ser cuidadosos de la información oral, ya que no existe mucha confiabilidad en los relatos orales, debido a que en muchas ocasiones, las fuentes generadoras de información tienden a sumar o a modificar los acontecimientos de acuerdo a su perspectiva.
Pero también la historia en cuanto ciencia humana, tiene un sentido misterioso. Respecto al sentido mágico y mítico de la historia, la historia puede ser lineal o cíclica. Cuando es lineal, los acontecimientos suceden a través de una línea de tiempo en una doble relación, la diacrónica y la sincrónica. Esta visión es típica de las culturas occidentales. Para las culturas orientales e inclusive las prehispánicas, la historia era cíclica. Los acontecimientos suceden en círculo, todo inicio y fin están enlazados, por ello en la naturaleza las cosas siempre se repiten de una u otra forma: el día, la noche, las estaciones, la vida, la muerte, la regeneración, etc.
Para representar el sentido cíclico de la historia, utilizaban el llamado huevo cósmico, el ouroboros, que es una serpiente que se está mordiendo la cola. Dentro de ese ouroboros se situaba toda la realidad y la naturaleza posible.
Los griegos mitificaron el origen de la historia: Mnemosina, que viene del verbo griego mimnéskein, que significa recordar. Mnemosina personifica la memoria. Profundamente amada por Zeus, ella concibió a las musas. Buscando un nombre para sus hijas, las musas, Mnemosina derivó de men-dh, que en griego clásico quiere decir: fijar el espíritu sobre una idea, fijarlo como arte- creación. El vocablo que dio nombre a las hijas de la memoria (las musas) está relacionado con el verbo manthánein que significa aprender, aprender mediante el ejercicio del espíritu poético.
Luego de la victoria sobre los titanes, los elementales, los dioses pidieron a Zeus que crease divinidades memoriales. Le pidieron divinidades cuyo canto celebrase la victoria de los olímpicos sobre los elementos. En nueve noches, en el lecho de Mnemosina, fueron concebidas las musas, aquellas cuya lengua preside el Pensamiento en todas sus formas: la sabiduría, la elocuencia, la persuasión, la historia, la matemática, la astronomía, la música y la danza.
Los nombres de las musas son los siguientes:
- Clío que es la musa de la historia
- Euterpe para la música
- Talía para la comedia
- Melpóneme para la tragedia
- Terpsícore para la danza
- Erato para la elegía (poesía triste)
- Polimnia para la poesía lírica
- Urania para la astronomía
- Calíope para la elocuencia
Las musas vivían en el monte Parnaso o en el Helicón. Su casa era conocida como Museo en donde Apolo presidía el espacio de las musas.
Para el caso que nos interesa de la historia, para los griegos, no se trataba de recordar ensimismado, sino que todo día es ocasión para rescatar los significados que los individuos hemos perdido en el devenir de los tiempos. Recordar es más complejo y amplio. Por eso la vejez es sabia, porque es un trayecto de idas y venidas. Para Aristóteles, Clío preside el movimiento, el cambio y la contingencia.
Asomarse al pasado, es un acto de curiosidad necesario. Al hacerlo tomo distancia de mi memoria, de mi infancia, la objetivo, buscando la razón de ser de los hechos en los que me ví envuelto y de sus relaciones con la realidad social en la que participé. Esa es la razón de la historia y del arte de historiar.
El sentido de la historia tiene que ver con el hecho de que responde al interés de conocer nuestra realidad presente. Al intento por comprender y explicar el presente, acudiendo a los antecedentes que se presentan como sus condiciones necesarias. Porque existe en el ser humano una necesidad del pasado, porque la historia nos cohesiona como miembros de un grupo, nos da identificación personal y comunitaria y nos instala en el porvenir.
Algunos pensadores como Sartre: “el triunfo es la medida de la historia”. Por su parte Luís Villoro afirma que: “la filosofía se preocupa por el hombre concreto en sociedad, condicionado por su contexto histórico”. Pero sin duda alguna, es el filósofo romano Cicerón que definía a la historia como: “historia testis temporum, lux veritatis, vital memoriae, magistra vital, nuntia vetastis” (La historia es testimonio del tiempo, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, reflejo de la antigüedad) y a decir de Quintiliano: “Scribitur ad narrandum, non ad probandum” (se escribe para narrar no para demostrar).
Las fuentes de la historia, son toda huella o testimonio dejado por la actividad del ser humano. Pueden ser de primera o de segunda. Las de primera se dividen en:
- directas: que son los testimonios elaborados con la firme intención de dar información a la posteridad, por ejemplo, las memorias, los informes, las crónicas
- indirectas: no tuvieron la finalidad de proporcionar información a la posteridad, por ejemplo, las construcciones, las vasijas, las monedas, etc.
Las de segunda son primarias y secundarias:
- las primarias: son los elementos elaborados simultáneamente o en contacto directo con el hecho histórico, por ejemplo, los relatos contemporáneos, los instrumentos de trabajo, las armas, un artículo del periódico, etc.
- las secundarias: son los estudios o consecuencias referentes al hecho que se examina, las cuales están basadas en forma directa o indirecta con las fuentes primarias, por ejemplo, los estudios que se han sobre un tema, las copias de los documentos, etc.
El hecho histórico es el suceso que verdaderamente ha ocurrido y que se considera digno de ser recordado. Es reconstruido e investigado a partir de datos objetivos de las fuentes históricas. Puede ser:
- elemental o instantáneo: por ejemplo, la muerte de Juárez en 1872, el Grito de Independencia, etc.
- Complejo o de larga duración: son etapas más largas, como por ejemplo, el porfiriato, la guerra de Independencia, la invasión norteamericana, la revolución mexicana, etc.
Detrás de cada hecho hay una buena cantidad de sucesos que a fin de cuantas lo originaron. Un hecho siempre se encuentra correlacionado con otros y siempre permanecen en la memoria colectiva gracias a un documento.
La finalidad del historiador es escribir un estudio en donde se reúnan cada de las evidencias sobre el suceso que se desea aclarar buscando dar una interpretación de cada uno de los elementos que constituyen una evidencia, por ello se recomienda hacer periodos de estudio.
Luego los documentos se someten a una:
- crítica externa o de autenticidad: el historiador verifica la autenticidad o validez de un documento o vestigio
- crítica interna o de credibilidad: tiene por objeto determinar el significado y la confiabilidad de los datos que contiene en documento
La evaluación consiste en el proceso de investigación en la veracidad de un hecho histórico.
Las ciencias auxiliares
- La epigrafía: inscripciones sobre material duradero
- La paleografía: descifrar escritura antigua
- La cronología: distribución de los tiempos en un hecho histórico
- La geografía: estudio físico de la tierra
- La filología: estudio de las lenguas, formas, usos y procedimientos que ha producido el desarrollo del lenguaje
- La onomástica: estudio de los nombres propios
- La toponimia: estudio de los nombres de lugares
- La hidronimia: nombre de los ríos
- Además de la diplomática, genealogía, la economía, la política, la antropología, la estadística, la demografía, la sociología, la arqueología y la numismática
La investigación histórica es la investigación que se hace con rigor científico para la descripción y análisis de los sucesos pasados. El proceso a seguir es de tipo inductivo pues se investigan varios hechos para llegar al todo. Los historiadores reúnen, examinan y clasifican los hechos de acuerdo con normas específicas y se esfuerzan por interpretarlos de una manera adecuada y presentarlos en exposiciones capaces de resistir la prueba del examen crítico. La recolección de datos se obtiene de acuerdo a dos fuentes, que como ya habíamos señalado pueden ser primarias o secundarias.