La adolescencia es una crisis que perturba y desconcierta y como padres debemos estar atentos y más atentos si nuestros muchachos atraviesan por esta etapa.
Pero también consideramos que la Naturaleza ofrece al ser humano esta etapa de la vida para hacer ensayos y experiencias consigo mismo.
La Naturaleza da muchas posibilidades simultáneamente, pero al final solo persistirá la más fuerte, es decir, aquellas experiencias que imprimirán el rumbo definitivo de los muchachos. Por eso no tan solo hay que ver y oír, sino que es indispensable que miremos y escuchemos, porque no es lo mismo oír que escuchar.
Oír es percibir con nuestro órgano auditivo los sonidos que se producen alrededor, sin embargo, escuchar es prestar atención a las palabras y a los sentimientos que allí se encierran.
Si escuchamos tal vez podamos advertir a través del semblante o del lenguaje corporal de nuestros hijos, detalles que no podemos percibir a través de sus palabras.
El lenguaje corporal y el tono con que nos dicen las cosas, son en cantidad de ocasiones, más elocuentes que las palabras mismas. Debemos escuchar, y tal vez resulte un poco romántico o tal vez para algunos hasta cursi, pero debemos ponernos en el lugar de ellos, asimilar su desesperación, su angustia, o su dolor que muchas veces contienen sus mensajes y hacerles sentir además, que estamos detrás de ellos para apoyarlos y dispuestos a compartir con ellos sus problemas y buscar la mejor manera de resolverlos.
Pero así está el mundo y éstas son "Nuestras Cosas".
Hasta la próxima.
