Los esperábamos temprano, sin embargo llegaron un poco tarde, tu abuela estaba inquieta porque no llegaban, les tenía preparado un rico almuerzo, les hizo varias llamadas al celular y no contestaron.
Al fin llegaron y los invitamos a almorzar y resulta que nadie tiene hambre. Tú mi nieta parlanchina, permaneces en silencio con la vista clavada en el piso, ¿Qué te pasa? —te dije, y me contestaste— estoy triste abuelo, bajábamos la cuesta y vimos una camioneta volcada, papá se detuvo para auxiliar ya había gente y estaba allí una muchacha joven con múltiples quebraduras y que con llanto y dolor pedía su aparato de radio, mi padre lo busca entre la maleza, lo encuentra y se lo entrega y con él se comunica con sus familiares, estaba en ese lugar un pequeño que también estaba herido y la joven que antes preguntara por su radio, ahora preguntaba por su hermano que según era quien manejaba el vehículo, pero su hermano estaba cubierto de sangre y ya no respiraba. ¿Crees abuela que pueda tener hambre? Muy cierto, salimos y eso lo sabemos, lo que no sabemos es si regresaremos. Una llanta, la neblina, la lluvia, la velocidad, una dormitada o un conductor atravancado pueden acabar con nosotros.
Pero así está el mundo y éstas son "Nuestras Cosas".
Hasta la próxima.