Ella fue una mujer grande, a pesar de que a los diecinueve meses sus padres advirtieron que ella había perdido todo medio de comunicación con le mundo.
Ella no podía ver, ella no podía hablar, ella no podía oír, dicho de otra manera ella había quedado ciega y sordomuda.
Pero a ella le quedaba una gran voluntad de seguir adelante, así es que desarrolló su sentido del tacto de manera notable.
Fue capaz de introducir sus manos en las fauces de un león, estrechó la mano de un oso, acarició a un leopardo, se levantó hasta tocar las orejas de una jirafa, permitió que una gran serpiente se le enroscara en su cuerpo; ella creció sin temores.
Sus manos poseían un sentido del tacto sumamente desarrollado, aprendió el alfabeto manual, estudió el alfabeto Braille; ella colocaba sus manos sobre los labios de quienes hablaban o en la garganta de ellos para sentir los movimientos y sus vibraciones.
Aprendió muchos detalles del sol, la lluvia, de los insectos, de las flores, de los pájaros y sus nidos; ella aprendió sin ver, sin oír y sin hablar.
A los dieciocho años sabía Geometría, Álgebra, Física, Botánica, Zoología y Filosofía. Con la ayuda de su maestra dictó conferencias y publicó libros.
Helen Keller era sorda, muda y ciega. Y nosotros con todos los sentidos en excelentes condiciones, con pena y vergüenza tenemos que decirles a nuestros padres que hemos reprobado el año.
Pero así está el mundo y estas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.