La segunda década del siglo XX, irrumpió en México en forma violenta; el movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero, bajo la bandera de sufragio efectivo y no reelección, sacudió los cimientos de la sociedad mexicana, adormecida hasta ese entonces, bajo el manto de la dictadura porfirista, que por más de treinta años controló los destinos del país.
La rápida claudicación de Porfirio Díaz en los Tratados de Cd. Juárez en mayo de 1911, sorprendió a propios y extraños; la rebelión maderista había triunfado y el fervor democrático se extendió por todo el país.
El júbilo de los seguidores de Madero se vio opacado por la mala administración del prócer, el resurgimiento político de los desplazados del poder, además, varios caudillos revolucionarios se mostraron inconformes con los escasos logros en favor del pueblo; todo ello dio lugar al interregno huertista.
Venustiano Carranza enarboló la bandera del constitucionalismo y bajo su férula se desarrollaron un numeroso grupo de jefes y líderes que tendrían participación directa en los acontecimientos que vendrían a imponer un sello característico al vigésimo siglo mexicano; Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, influirían en los destinos de la revolución hecha gobierno.
A partir de 1929, se consolidaron las instituciones producto del movimiento armado y el aglutinador sería el Partido Nacional Revolucionario, abuelo del actual PRI, desde donde se lanzarían planes y proyectos para lograr la consecución de los fines propuestos por el grupo en el poder, sobre todo, bajo la conducción de Calles, quién con habilidad zorruna se había erigido en el jefe máximo de la Revolución.
Ante el relevo presidencial, Calles escudándose en el PNR, impuso la plataforma política al candidato Gral. Lázaro Cárdenas del Río y en ella iba incluida como punta de lanza, la educación socialista.
Ante el influjo tan fuerte de Calles, el michoacano no tuvo más que aceptar dichas propuestas, lo cual no quiere decir que no comulgaba con ellas y si a eso agregamos la necesidad de poner una barrera al fortalecimiento imperial de los Estados Unidos de América, esto dio por resultado una nueva visión en la política mexicana, donde Cárdenas haría todo lo posible por mejorar la situación de obreros, campesinos y el pueblo en general, mermando el poder de los grupos económicamente poderosos, aunque sin llegar a su desestabilización.
La educación socialista produjo reacciones diversas, por un lado, la política educativa del grupo en el poder se impuso y miles de profesores se constituyeron, convencidos o a la fuerza, en los propulsores de un remedo de educación con características tomadas de los países socialistas.
Por otra parte, este tipo de educación impuesta desde el partido en el poder y llevada a la práctica por los funcionarios emanados de sus entrañas, causó escozor entre aquellos que pugnaban por la libertad de cátedra impulsada por las asociaciones religiosas y contó con la reacción adversa de los empresarios y terratenientes, al ver amenazados sus intereses con la impartición de enseñanzas donde se les señalaba como explotadores del pueblo y depredadores de las riquezas naturales del país.
Épicas batallas libraron una legión de profesores por llevar la semilla de la educación socialista hasta los más apartados rincones de México; en algunos lugares encontraron el apoyo solidario, franco y abierto de la población, pero en otros, fueron hostilizados, se les cortó las orejas, se les golpeó, encarceló e incluso se llegó al asesinato.
El saldo positivo de la educación socialista fue la toma de conciencia de obreros y campesinos sobre su situación como clase trabajadora, la difusión de ideas libertarias, la instalación de escuelas normales rurales, politécnicas y artesanales, además de las misiones culturales, la publicación de millares de libros y la estructuración de la figura de Lázaro Cárdenas como uno de los grandes íconos de la Revolución Mexicana.
La educación socialista fue eliminada en el siguiente periodo gubernamental por diversos factores: la amenaza de un nuevo orden mundial con la aparición del nazismo y el fascismo, la tenaz oposición interna, aunada al pecado de su origen, es decir, su imposición desde la cúpula gobernante y no producto de las condiciones propias del pueblo; lo anterior derrumbó el endeble andamiaje. La educación socialista, aquel sueño y utopía, quedó tan sólo como un hecho importante en la historia del siglo XX de nuestro país.