Era un hermoso sábado de aquel distante y lejano otoño de 1966, para ser mas exacto, finales del mes de octubre, cuando al concluir la semana escolar me traslado desde el ejido Vista Hermosa, Linares Nuevo León, en un viejo y destartalado camión de pasajeros, a la Cabecera Municipal con la finalidad de descansar los días sábado y parte del domingo.
Al llegar a la casa de huéspedes donde me alojaba, me encuentro con mi Supervisor Escolar, Profr. Modesto González González, quien al saludarme me da una trágica noticia y me pide lo acompañe a la cárcel municipal para visitar al compañero Profr. Vicente Trujillo Cuevas, Director y maestro en la Escuela Primaria "Valentín Gómez Farías", del ejido Lampazos y Río Verde; detenido porque uno de sus alumnos, en forma accidental le había quitado la vida a otro de sus compañeros. Al vernos llegar, el maestro Trujillo nos saluda a través de las rejas metálicas y con lágrimas en sus ojos nos dió la versión de aquel penoso momento del cual se mostraba muy arrepentido por no tomar las precauciones necesarias, causando con ello una tragedia que enlutó a los habitantes del ejido, los cuales estaban muy dolidos, pidiendo además que si salía libre, no regresara a ese plantel escolar por su bien, ya que su integridad física estaría en peligro.
Al describir aquel lamentable suceso, el maestro nos comentó que al mediodía, después de comer invitó a varios de sus alumnos para ir a cazar conejos en los matorrales próximos a la escuela, llevando para tal aventura una carabina calibre veintidós; caminaron platicando muy alegres y contentos cuando al poco andar el profesor se detuvo diciéndoles a sus discípulos que allí lo esperaran mientras se introducía al monte para hacer una necesidad fisiológica, dejando la carabina encargada a uno de ellos. No había pasado mucho tiempo, cuando quien portaba aquella mortífera arma, se puso a jugar con ella, apuntando a uno de sus compañeros, le jala el gatillo, se oye un disparo y cae agonizando uno de los infantes.. El maestro que ya regresaba, escucha la detonación y pensando lo peor, emprende veloz carrera entre el chaparral para encontrarse con aquella tragedia que la habría de acompañar como un lamentable y triste recuerdo por el resto de su vida. Todo temeroso carga el cuerpecito inerme del alumno muerto, lo lleva a la escuela y entre el alboroto e ira de los vecinos, aborda sigilosamente su motocicleta, saliendo como de rayo para dirigirse a la cabecera municipal y entregarse a las autoridades de ese lugar.
Pasaron los días y después de negociar con los familiares del niño fallecido, además de pedirles las más cumplidas disculpas, sale libre y por indicaciones del Supervisor Escolar, realizamos una permuta, él se fué a 25 Kmts. de la cabecera municipal, al ejido Vista Hermosa, donde yo apenas tenía dos meses, para ir a laborar al lugar de la tragedia, a una distancia de tres Kmts. de Linares, Nuevo León. Así fué como sucedió aquel lamentable suceso, donde la vida de un niño se truncó bruscamente por no tomar las precauciones que el caso ameritaba.
Profr. Otoniel Arrambide Villarreal
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo