En una fría madrugada del año de 1951, Mauricio Aguilar Pérez, un jornalero que trabajaba en las labores de El Lechugal, salió de madrugada de su casa ubicada en la esquina de Hidalgo y Galeana en Santa Catarina. De pronto por entre el monte salió un niño que lo siguió hasta alcanzarlo. Le llamaba por su nombre repetidamente y en la negación del campesino por reconocer su presencia, el infante lo agarró de las piernas. Entonces Mauricio lo amenazó con rezar las “Doce Verdades” y fue cuando el niño se convirtió en una lechuza negra que empezó a volar por encima de él. La lechuza daba vueltas siguiéndolo por la vereda en medio del despoblado. El ave cada vez que pasaba por encima de Mauricio emitía un silbido extraño, más parecido al de una persona que al de un ave.
Esto causó sorpresa y temor y en consecuencia la enfrentó al pensar que podría tratarse de una "bruja", una de esas mujeres que se decía podían convertirse en aves malignas por las noches. Comenzó a recitar el rezo para espantar la bruja. En ese momento el ave maligna se posó sobre una anacua y le habló. Desconozco que le dijo, pero desde entonces Mauricio enfermó hasta morir el 27 de septiembre de 1951 de una rara enfermedad que no acertaron a diagnosticarle. Abuelo de mi mamá, quien siempre me decía: “murió de susto pasado”. Había nacido en San Juan de las Bonitas, Arteaga, Coahuila el 22 de septiembre de 1891. Hijo de José Aguilar y María Trinidad Pérez González. Esta hija de un cubano que llegó a Santa Catarina a mediados del siglo XIX. Contrajo matrimonio con Pánfila Rangel Sepúlveda. Todo un personaje típico de Santa Catarina. Elaboraba instrumentos musicales los cuales tocaba con destreza. Amante de la fiesta charra y trabajó hábilmente la talabartería con la cual hacía sillas de montar, fustes y percheros. Los relatos de brujas y aparecidos han estado presentes en mi familia. Bartolo Aguilar (padre de Mauricio) y sus hermanos una vez cazaron a una bruja que los seguía por el camino situado entre el Pajonal y Canoas en la Sierra Madre de Santa Catarina. Al día siguiente pasaron de regreso y vieron a una viejita que pidió la soltaran para regresar a su casa.
Soñar con brujas puede representar algo bueno o malo: es símbolo de bondad, encanto y fuerza; pero también puede significar maldad, destrucción y fuerzas femeninas peligrosas. Las brujas son tan poderosas que habitan en un castillo. Si soñamos con un castillo o una fortaleza, con haberlo visto nos anuncia grandes cambios; si estamos dentro significa que nuestra vanidad crea controversias entre los que nos rodean. Soñar con brujas volando, significa que uno está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguir su meta. Puede representar un mérito y esfuerzo personal. También que alguien está dispuesto a dañar a otro, pasarle por encima y conseguir lo que quiere. Lo cierto es que muchas sagas, leyendas y cuentos medievales nos las presentan con vestidos y gorros puntiagudos negros, que viven en lo más alejado del bosque, que son sabias y pueden cambiar el curso del destino y se les puede consultar de todo, que tienen un gato negro, que vuelan sobre una escoba, que cambian físicamente de acuerdo a su misión, son seres enigmáticos, misteriosos que inspiran temor y tal vez por curiosidad necesitamos o queremos verlas; tal vez para recordar los cuentos y películas de niños. Con un gran caldero en el cual ven el destino de los hombres y preparan las pócimas que les sirven a sus intereses. No siempre han sido malas, todos los cuentos de brujas que Walt Disney hizo películas, en realidad ocurrió al contrario. Por ejemplo Hansel y Gretel quisieron abusar de ella.
En el otoño de 1976 cierto personaje del barrio de la santa Cruz vio extrañas aves sobrevolando el castillo de Santa Catarina. Decidió subir y mientras lo hacía, comenzó a rezar las “Doce Verdades”. Por cada una recitada, una perdía el vuelo. Cuando recitó las 24 verdades al revés y al derecho, vio a un pajarraco sin movimiento, tullido como dicen. Llegó la policía y se lo llevaron a la cárcel. Al día siguiente el pajarraco por hechizo se convirtió en persona. Todos en la plaza andaban vueltos locos por la singular captura. Supuestamente era una mujer que venía de Saltillo para hacer un trabajo. Pedía su liberación para ya no molestar en la región. El personaje se había convertido en héroe por saber las “Doce Verdades”. Fue cuando precisamente a mi maestra Gabriela Navarro del sexto grado se le ocurre encargar una tarea sobre la historia de Santa Catarina. Y fuimos al palacio municipal para preguntarle al sabio e insigne Leopoldo García Betancourt. Y no nos dejaron entrar los policías pues pensaron que no íbamos por tarea, sino para ver a la supuesta bruja encarcelada. Por fin llegamos con don Polito y nos habló de la historia de Santa Catarina y con reservas, pues también pensó que en realidad queríamos ver la bruja. Pudimos ver al entonces alcalde que en la primera nos sentenció: “no busquen la historia, que Santa no tiene historia”. Al día siguiente la maestra nos dio una regañada por no hacer correctamente la tarea. Fue cuando me dio por investigar la historia de mi pueblo. Si he sabido que por buscar la historia de Santa Catarina me iban a regañar toda mi vida, mejor hubiera corregido el rumbo. Ahora estaría haciendo algo más productivo.
Ya viene la noche de Brujas. Y en Santa Catarina no es la excepción. ¿Pueblo con supersticiones o con creencias? Más bien con creencias y aseveraciones en torno a la existencia de damas que cruzan el cielo nocturno con formas extrañas y malévolas. Una vez don Ernesto Garza Sáenz, cronista de Camargo, Tamaulipas me dijo: "en donde tu vives hay muchas brujas". Le contesto: ¿a cuáles se refiere? "A las que practican la brujería y hacen hechicería" respondió. La gente de la Sierra de Santa Catarina las cuenta con vehemencia, con cierto dejo de asombro y temor. Lo cierto es que la montaña, lugar mágico de donde viene y nace el viento, el sol y el agua; es el sitio propicio para verlas o al menos saber de su existencia. Hasta el último tercio del siglo XX era obligatorio que los arrieros, campesinos y pastores se supieran al revés y al derecho “Las Doce Verdades”. Y una tía abuela llamada Inés Aguilar me enseñó la forma de rezarlas: "Las Doce Verdades del Mundo, que Cristo nos dejó, válgame su sangre preciosa que por nosotros su cuerpo derramó, Cristiano bueno decidme una…"
Siempre nos dijeron que en los pirules y en las palmas se ocultaban, que por las noches había lechuzas que volaban y chiflaban. La gente las retaba y luego se arrepentía: "ven a mi casa para darte chile y sal" y al día siguiente llegaba una viejita: "vengo por el chile y la sal que me prometiste". Y cuando uno se ponía malo, aseveraban: "se lo chupó la bruja". Durante mucho tiempo, las mujeres que criaban no dormían los viernes en la noche por miedo a que llegaran las brujas y con su acción maléfica entraran por las ventanas y ahogaran a sus hijos pequeños. Por eso colocaban tijeras abiertas en forma de cruz debajo de las almohadas para proteger el espíritu de los infantes.
Dicen que las brujas son convocadas para realizar sus reuniones cada viernes después de las 9 de la noche. Les llaman aquelarres o Sabbat. La palabra aquelarre es de origen vasco y significa literalmente “campo del macho cabrío”. Mientras que Sabbat refiere a la tradición judía de santificar el sábado. Pero como en la edad media pensaban que los judíos eran los culpables de la crucifixión de Jesucristo, les llamaron Sabbat a las reuniones que iniciaban los viernes y concluían los sábados. Cada bruja sabía de la reunión gracias a un sapo protector. Supuestamente llegaban volando en escobas o convertidas en alguna ave que puede ser guajolote, lechuza o águila. Preparaban un banquete, hacían sus ritos, rendían culto a las fuerzas que las congregaban y se iban. Hace poco tiempo vieron a un grupo de supuestas brujas haciendo un aquelarre más allá de Horcones por el rumbo del camino que va a San Pablo. Cuando llegaron las granaderas solo vieron un círculo de piedras y algunos objetos que recién habían quemado. A los aquelarres venían de todos los rumbos de la región y que solo se podían recorrer volando.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la ciudad de Santa Catarina