Recordando a Javier Solís

De Solares y Resolanas

Hace 47 años falleció Gabriel Siria Levario. Tal vez el nombre no indique alguna referencia respecto a un cantante tan famoso que cerró el ciclo de exponentes de la música tradicional mexicana. Cantantes y actores quienes encarnaron papeles en donde el típico charro mexicano, enamorado, travieso, valeroso, pendenciero, retador, jugador, hábil y diestro en las formas de vivir y de la lucha nos hacían admirar y reconocer al prototipo del mexicano. Desde Tito Guízar, Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar, Antonio Aguilar, Demetrio González, Miguel Aceves Mejía por tan solo citar a los más reconocidos. De todos ellos, Jorge y Pedro con sus muertes prematuras alcanzaron la inmortalidad para convertirse en leyendas. Los otros continuaron con su vida y carrera artística.

También Gabriel Siria alcanzó a los legendarios Jorge y Pedro. Durante el sepelio de Pedro Infante en abril de 1957, Gabriel estuvo cantando con un mariachi. Ahí Miguel Aceves Mejía lo escuchó cantar y le sugirió hacerlo sin imitar a otros, para buscar un estilo propio y personal. Literalmente le dijo: “Mejor que te conozcan por quien eres”. Efectivamente Gabriel Siria Levario es el nombre personal de Javier Solís, quien nació en la ciudad de México el 1 de septiembre de 1931 en un barrio tan típico y representativo de una localidad urbana del Distrito Federal. Hijo de Francisco Siria y Juana Levario quienes lo abandonaron desde temprana edad. Fue adoptado por unos tíos a quienes siempre vio como sus verdaderos padres: Valentín Levario y Ángela López. Creció en Tacubaya en medio de mercados de flores y verduras. Siendo niño padeció la muerte de su madre adoptiva. Se salió de la escuela y se puso a trabajar en una panadería, luego en un taller mecánico cuando apenas contaba con 12 años. Fue carnicero y joven de barriada dado a entrenar y hacer peleas de box. La cantada lo llevó a la vida artística. Comenzó a cantar en las carpas de las ferias y luego en un teatro salón. Aprendió a tocar la guitarra a los 12 años. Una vez concursó en la estación XEY de Cuernavaca. Esto lo animó para cantar; de trovador de plazas y cantinas después debió convertirse en estrella del cine mexicano encarnando en sus papeles a un héroe campirano, sacerdote, boxeador, mariachi, carnicero, ladrón y payaso. Ya para 1955 había grabado su primer éxito.

Aunque llegó tarde a la pantalla nacional, pues apenas cinco años después filmó su primera película “Tres balas perdidas” en donde alternó ni más ni menos que con Julio Aldama, Rosita Quintana, Evangelina Elizondo y María Victoria. En total participó en 33 películas, preferentemente como actor principal o secundario. La última película que filmó fue “Los tres mosqueteros de Dios” con Adalberto Martínez y Joaquín Cordero en 1966. La película que lo retrata tal cuál es, se llama “Un tipo a todo dar”, seguramente con un argumento inspirado en su vida.

Una ocasión le preguntaron qué tipo de personajes le interesaban interpretar. Dijo: “todos siempre y cuando me queden, claro, me gustaría encarnar tres: un borracho, un pepenador y un payaso”. Le reclamaron “¿Payaso?, ¡si ellos no buscan fama, se pintan la cara para no ser reconocidos!”. Entonces Javier Solís replicó: “pero hacen reír con toda su alma y corazón”. Y también fue payaso en el circo Atayde.

Javier Solís fue el único cantor mexicano que venía del campo o de un estado considerado erróneamente como de provincia. Era de barriada. No obstante con su presencia y voz, llevó a la tradicional música mexicana por derroteros insospechados. Pregonero de la tristeza interpretando temas de desamor, muerte y esperanza. Por su voz, a mi juicio la mejor de todas, se coronó como el “rey del bolero ranchero”. Empezó cantando en un mariachi en Garibaldi con el nombre de Javier Luquín, lo mismo cantando tangos y boleros. Por cierto, uno de sus éxitos más reconocidos es un tango: “Sombras”, de Contursi y Lomuto. Con ella ganó la medalla de Oro por sus ventas de “Sombras”. En total grabó 452 canciones y gracias a su canción “Llorarás”, en 1958 ganó el disco de oro en Nueva York. Luego el trofeo Nacional en Francia y el calendario Azteca de Oro. El gran Javier Solís falleció el 19 de abril de 1966 en la ciudad de México. Su presencia en las películas nostálgicas de la última etapa del cine nacional lo hace vigente para las nuevas generaciones. Pero su voz y sus canciones nos acompañan y nos hacen extrañar al mejor exponente del bolero ranchero en México. Indudablemente.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina