Dr. Antonio Guerrero Aguilar

Santa Catarina en el umbral de 1810

De Solares y Resolanas

Dr. Antonio Guerrero Aguilar

Hace doscientos años, la vida de aquel Valle de Santa Catarina Mártir, perteneciente al Nuevo Reino de León y a su vez integrada a la Intendencia de San Luís Potosí, estaba conformado por varias haciendas…

Dr. Antonio Guerrero AguilarHace doscientos años, la vida de aquel Valle de Santa Catarina Mártir, perteneciente al Nuevo Reino de León y a su vez integrada a la Intendencia de San Luís Potosí, estaba conformado por varias haciendas: la de los Ayala, de los Guerras, los García, los Arredondo, los Mier, Salinas, de los Buentellos, del Molino, de Abrego, la de los Flores, la de los Arizpe, de la Capellanía, el Pajonal y San Juan Bautista. La hacienda que pertenecía a los García, tronco fundador de aquella hacienda de Santa Catalina en 1596, se dividía en tres porciones que los pobladores aun reconocían de las herencias de Petronila García, José Luis y Nicolás García.

Santa Catarina era una aldea compuesta por menos de 100 casas de terrado y numerosos jacales dispersos. Aun no se había definido la traza urbana de las manzanas y solares. La mayoría de la población se dedicaba a las labores agrícolas, a la minería y a la arriería. Esos pobladores eran en su mayoría labradores, artesanos, criadores, jornaleros y uno que otro comerciante. Todos ellos vivían de una forma tranquila y sencilla. Estaban al tanto de las entradas de los llamados indios bárbaros, de bandoleros y de grupos alzados que rompían con la tranquilidad de la población, haciendo que los hombres tomaran las armas y dejaran sus labores cotidianas para defenderse de un posible ataque.

El 4 de septiembre de 1806 falleció en Santa Catarina el padre Francisco Sauto, quien era el capellán y cura de la tropa del presidio de Río Grande. Fue llevado a Monterrey en donde fue sepultado en la catedral.

En 1810 los vecinos empezaron la construcción del templo: una nave pequeña, la sacristía, el baptisterio, el cementerio circundante y una pequeña espadaña en donde colocaron las campanas. La vida social y religiosa giraba en torno al templo dedicado a la Virgen Mártir de Santa Catalina de Alejandría y a la Virgen de San Juan de los Lagos. La fachada principal mira hacia el norte en lugar de la plaza hacia el poniente porque en ese tiempo, la entrada a Santa Catarina estaba hacia el norte y entroncaba con el antiguo camino a Pesquería Grande (actual Villa de García) y que originalmente pasaba cercano al cerro de las Mitras en donde hoy están la avenidas Luís Donaldo Colosio y Manuel J. Clouthier. La entrada principal era la actual calle de Zaragoza.

El 20 de abril de 1811, la Junta Provisional Gubernativa dispuso una serie de medidas para propiciar la seguridad pública. Gracias a un documento que está en el Archivo de Villa de García, firmado por José Espiridión Treviño, subdelegado y teniente de gobernador en la Pesquería Grande, sabemos que se daba una señal de la campana mayor una hora después de que hacía toque de queda para que nadie saliera de sus casas sin urgencia alguna. Se prohibieron juegos como albures y de revite. Advertía un castigo con cárcel y 29 azotes y hasta destierro a quien no acatara las órdenes. Nadie podría ingresar ni salir del pueblo. Si alguien llegaba, tenía que presentarse ante la autoridad para informar qué negocio llegaba para tratar. No podían hacerse fiestas ni bailes a deshoras.

El 11 de julio de 1813 aprehendieron en Santa Catarina al insurgente José Urbina Cantú, quien había participado en el asalto a Monterrey y en otras acciones tanto en la Pesquería Grande como en el Valle de las Salinas. El era originario de un lugar cercano a Saltillo llamado San Lucas. Luego de su captura fue llevado a Monterrey en donde se le hizo un juicio. Fue fusilado el 20 de julio de ese año en la llamada Plaza del Mercado, actualmente de Hidalgo. Su cabeza fue clavada en una escarpia y la trajeron a Santa Catarina, colocándola en la plaza para que todo el pueblo viera lo que les pasaba a los enemigos de la Corona.

Entre 1814 y 1815, los poblados del Pajonal, Santa Cruz y San Antonio de la Osamenta eran los puntos limítrofes del Valle de Santa Catarina del Nuevo Reino de León con la Hacienda de San Isidro (hoy Arteaga, Coahuila) jurisdicción de la Villa de Santiago del Saltillo.

De igual forma, en 1818 el gobernador del Nuevo Reino de León, don Joaquín de Arredondo se pronunció a favor de los vecinos de Santa Catarina que mantenían un juicio con Mauricio Alcocer sobre la propiedad del cañón de las Escaleras, en el cual habían encontrado unas vetas que pretendían explotar.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina