El mártir de la injusticia: Gustavo A. Madero

De Solares y Resolanas

Regularmente se relaciona a Francisco I. Madero como el mártir de la democracia. Por ello, yo quiero dirigirme hacia su hermano Gustavo Adolfo Madero, como el mártir de la injusticia. Indudablemente dos figuras complementarias, las dos caras de una misma moneda, hermanos y compañeros de estudios enlazados por el mismo destino y fin.

Gustavo Adolfo Madero nació en la hacienda del Rosario en Parras de la Fuente, Coahuila el 16 de enero de 1875, apenas dos años menor que su hermano primogénito del matrimonio formado por Francisco Madero Hernández y de doña Mercedes González Treviño. Propiamente las vidas de Francisco y de Adolfo van en línea paralela, pues ambos acuden a prestigiados centros educativos tanto de Estados Unidos como de Europa. Primero estuvieron en Saltillo, luego a Baltimore, después el Liceo de Versalles y por último, el Instituto de Altos Estudios en París. Concluyeron su formación académica en la prestigiosa ciudad de Berkeley en California en donde estudiaron técnicas y métodos avanzados para el cultivo del algodón. Además de hermanos, compañeros de juegos, pues se distinguieron en la equitación, la esgrima, el box, el beisbol y el gusto por las actividades al aire libre. Precisamente mientras estaba en Baltimore tuvo un golpe en el ojo que a la larga ocasionó su pérdida.

Gustavo Adolfo contrajo matrimonio en 1898 con su prima hermana, Carolina Villarreal Madero, hija del licenciado Viviano Villarreal, ex gobernador de Nuevo León y de Carolina Madero. Por sugerencia de su esposa, Gustavo dejó los trabajos agrícolas para dedicarse en los empleos administrativos. Primero ocupó un cargo en el Banco de Nuevo León, para después dedicarse a los negocios textiles en Lagos de Moreno, Jalisco en donde llegó a ser alcalde.

Por sus cualidades empresariales, fue llamado por el patriarca del clan, don Evaristo Madero para que hacerse cargo de la fábrica textil La Estrella de Parras de la Fuente, después apoyó los negocios familiares en el ramo de la explotación del guayule y de las minas de carbón en la región carbonífera de Coahuila. Por su atinada dirección y administración de los negocios, se decía lo siguiente: empresa en la cual participaba, empresa en la cual se llegaba al éxito.

Mientras su hermano mayor se dedicaba a sus negocios en San Pedro de las Colonias, Coahuila, en donde formó familia con Sara Pérez y apoyaba actividades altruistas, de pronto el destino volvió a unir a los hermanos, cuando Gustavo enfiló rumbo a la sucesión presidencial de 1910, en la cual tuvo una intensa actividad partidista, luego revolucianaria y política. No es fortuito el hecho de que la familia política de don Gustavo, los Villarreal Madero, apoyaran a Francisco para escapar hacia San Antonio, Texas en donde se proclamó el Plan de San Luis. Incluso Gustavo, se anotó como aval para los préstamos económicos con los cuales hicieron posible armar a los grupos opositores al régimen porfista.

Por fin Madero cristalizó su anhelo de servir a la patria como primer mandatario. Es cuando sale a relucir el carácter Gustavo como confidente y guía espiritual de su hermano, a quien apoyó lo mismo en la administración pública, como en la prensa y como legislador. En especial, porque entró en conflictos de intereses, pues Francisco se rodeó de los principales colaboradores del viejo régimen y porque Zapata acusó a Madero de olvidarse de sus compromisos y promesas políticas. Francisco también se valió en cierta forma del nepotismo, pues dejó a su tío Ernesto Madero Farías y a su primo Rafael Hernández como parte del gabinete, el primero como secretario de Hacienda.

Gustavo siempre alertó a su hermano Francisco de la mala influencia del embajador de los Estados Unidos Henry L. Wilson y de la falsa lealtad de Victoriano Huerta. El primero estaba confrontado con el hermano del presidente, debido a unos supuestos beneficios en materia de explotación petrolera, a la cual acusaba a Gustavo de incumplimiento y de pillo. Con Huerta mantenía una abierta confrontación debido a que no le gustaba su forma de proceder.

En enero de 1913, Gustavo fue nombrado embajador de México en Japón, pero no pudo cumplir con su encargo diplomático debido a los funestos acontecimientos de la llamada Decena Trágica comprendida entre el 9 y 18 de febrero del año citado. Huerta invitó a Gustavo a un restaurante llamado Gambrinos, en el cual aprovechó la situación para jugarle una traición. Después fue llevado ante una turba enardecida que se desquitó de la manera más vil en Gustavo, quien cayó mortalmente herido debido a los golpes y disparos que recibió. Ahí, cerca de un monumento dedicado al excelso Morelos en la Ciudadela, fue martirizado don Gustavo Adolfo. Cuatro días después, su hermano mayor también fue martirizado.

Y así concluyó la vida paralela en un ritual sangriento, injusto y traidor hacia dos hombres que llegaron de Parras de la Fuente, como emisarios de la justicia y de la igualdad. Una esquela de la época, se refiere a don Gustavo de la siguiente manera: “Uno de los hombres más inteligentes, más nobles y más generosos que hayan alentado bajo el cielo patrio y el más castigado por la calumnia, por la pasión política y por el olvido de sus correligionarios, de sus colaboradores y de sus favorecidos. Su vindicación ante la historia es una deuda insoluta de ésta generación de mexicanos”. En su honor, en 1931, a la antigua villa de Guadalupe Hidalgo, le fue impuesto el nombre de Gustavo A. Madero, la cual se convirtió en delegación diez años después.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina