Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal

Abnegación y sacrificio

Crónicas de Nuevo León

Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal
En los últimos años se menciona continuamente al magisterio; dimes y diretes se expresan por funcionarios, periodistas, candidatos y todo aquél que se siente componedor de la educación en Nuevo León y México. Mucho se ha escrito sobre este combativo gremio acerca de sus remuneraciones, sus horas de trabajo, descansos, puentes y otras minucias que se agravan al extremarse el rigor de la crisis económica.

Los maestros merecen todo el respeto, consideración y estímulo por parte de la sociedad como forjadores de la niñez y juventud mexicana.

Sin embargo, se ha hecho mofa y escarnio del profesorado debido a situaciones ajenas a su quehacer. Por ejemplo, se habla mucho del calendario escolar y de los días feriados que contiene, así como los tradicionales "puentes", pero este calendario escolar no lo fijan los maestros, lo establece la Secretaría de Educación Pública. Basta ya de falsas imposturas, los “puentes” fueron establecidos por las autoridades educativas federales y no se negoció ente autoridades locales y líderes sindicales.

También los planes y programas de estudio les son impuestos, la mentirosa evaluación que parte de la calificación de cinco y no del cero, es otra resolución de la Secretaría de Educación Pública, pero es el maestro quien tiene que dar la cara por estar en contacto directo con la comunidad.

Ahora bien, no pasamos por alto que algunos malos elementos deterioren la imagen magisterial, pero esto también ocurre en otras profesiones y oficios. Los medios de comunicación dan demasiado realce a un hecho accidental o delictivo donde participa un profesor, pero no hacen lo mismo cuando el actor es otro profesionista.

No debemos olvidar que a diario más de un millón profesores en México se desempeñan frente a su grupo. a veces en condiciones poco favorables: edificios escolares mal construidos, mal ubicados, sin ventilación adecuada, carentes de mobiliario, sin material didáctico, abandonados por las autoridades, con poco interés de los padres de familia, pero allí están los maestros en una labor ardua, titánica, casi épica o heroica, en una sociedad a veces mezquina en su reconocimiento, y presta a reclamar cualquier desliz.

Hace muchas décadas, por vez primera se reconoció el trabajo de los profesores. Sí, fue en 1918 cuando se celebró por primera vez el Día del Maestro y debemos sentirnos doblemente orgullosos, porque fue un profesor nuevoleonés quien lo propuso en su carácter de diputado federal ante el Congreso de la Unión.

El maestro Jonás García originario de la hacienda de Santa Rosa en Apodaca, N.L., nació el 12 de septiembre de 1872. Desde muy joven se dedicó a las tareas educativas aún antes de obtener su título profesional en 1891. Monterrey, Sabinas Hidalgo, Lampazos, Saltillo y San Antonio, Texas, fueron testigos de su quehacer docente.

Los afanes políticos no le fueron ajenos al participar en actos y mítines antiporfiristas, luego se adhirió a la revolución constitucionalista; fue diputado federal y senador por Nuevo León, además, Director Federal de Educación en nuestro Estado y en Tamaulipas.

En su carácter de legislador federal promovió el festejo del Día del Maestro entre los representantes populares, al presentar la iniciativa para declarar el 15 de mayo como Día del Maestro, suspendiéndose en esa fecha las labores escolares y en cambio, organizar ese mismo día, festividades culturales que pusieran de relieve la importancia y nobleza del papel social del maestro. La iniciativa fue bien vista por los diputados federales, pues recordemos que en la gesta revolucionaria participaron muchos maestros.

La propuesta se presentó el 20 de octubre de 1917, ante la Cámara de Diputados siendo aprobada por 128 votos a 6; los que votaron en contra lo hicieron argumentando que casi siempre el 15 de mayo caería entre semana y ellos propusieron que el Día del Maestro fuera el primer domingo de mayo para no interrumpir las clases.

Posteriormente se aprobó en la Cámara de Senadores y el Presidente Venustiano Carranza ordenó su publicación en el Diario Oficial de la Federación, lo que sucedió el 23 de noviembre de 1917.

En Nuevo León, el Director General de Instrucción Primaria había visto el dictamen en un periódico escolar de Yucatán y solicitó a la XXXVII Legislatura se expidiera un decreto similar, por ser "de estricta justicia que la representación genuina del pueblo nuevoleonés declare secundado lo decretado por el Congreso General… para patentizar en esa forma la estimulación que merecen los que con abnegación y sacrificio dedican sus energía a difundir la instrucción y la educación".

Días más tarde, el 15 de mayo de 1918, la misma legislatura declaró Beneméritos de la Educación a los maestros Miguel F. Martínez y Serafín Peña, forjadores de la escuela nuevoleonesa, merecido reconocimiento en vida de estos grandes mentores.

Es así como cristalizó a nivel nacional la idea de un maestro, orgullo de Nuevo León, el Profr. Jonás García.

Mucho se puede decir de la educación mexicana, es necesario corregir vicios y defectos en el aparato administrativo, eliminar instancias burocráticas, darle de nuevo identidad a cada nivel educativo, apoyar la tarea académica de inspectores y supervisores para que no sean meros acarreadores de papeles y estadísticas y sobre todo, autoridades identificadas con la problemática educativa y magisterial.

En cuanto a comisionados y aviadores, si es que los hay, en menos de diez días que justifiquen su actividad los primeros y acabar con las pistas de aterrizaje de los segundos.

Más difícil es la planeación con respecto a la distribución de alumnos, con el turno vespertino languideciendo, el nocturno casi muerto y el horario matutino con escuelas a reventar con 65 o más educandos por aula; asimismo urge elevar la calidad de la enseñanza y el nivel académico del magisterio.

Otras consideraciones son los bajos salarios de los maestros, jubilaciones, discriminación en jornadas y sueldos a los antes llamados maestros federales; pero por el momento, valoremos dicha profesión y ayudémosles en la tarea de educar a nuestros hijos.

Héctor Jaime Treviño Villarreal