Tal y como se esperaba, luego de que el Trife rechazo por unanimidad invalidar la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador de inmediato manifestó su inconformidad e hizo un llamado a la resistencia civil a sus seguidores.
Sin embargo, fue muy cuidadoso al solicitarles mantenerse dentro de los cauces de la ley y no dar motivos para que los violentos los acusen de violentos.
En su primer mensaje, López Obrador enfatizó que prefiere que lo sigan llamando mal perdedor, loco, mesiánico, necio, enfermo de poder y otras lindezas a formar parte de un régimen corrupto y de complicidades.
Sin embargo, son públicos algunos actos de corrupción ocurridos durante su gestión al frente del Gobierno del Distrito Federa|, y la opacidad con que se manejaron algunos asuntos de su administración.
Además, recientemente salió a la luz la triangulación de recursos que por intermedio de algunas empresas manejadas por allegados al perredista, hizo la administración de Marcelo Ebrad mediante la adjudicación de obras, lo que explica, en parte, como pudo López Obrador sostener su campaña de mas de seis años en pos de la Presidencia.
Total, aunque el tabasqueño diga que no le importan los adjetivos negativos que le endilgan, viendo su proceder puede llegarse a la conclusión que se los merece, y que con sus descalificaciones y con su fama de intransigente y de que nada más sus chicharrones truenan, cuesta trabajo imaginárselo como Jefe del Ejecutivo Federal.
Ojalá que las cosas no se salgan de control y no vayan a ocurrir hechos lamentables en respuesta a todo lo que el tabasqueño ha ido sembrando a lo largo de los años, y por tantos fanáticos y gentes de grupos radicales que sólo están esperando una excusa para dar rienda suelta a su agresividad.
Así las cosas, dado el clima de violencia que priva en el país, bien haría López Obrador en no seguirle atizando, y mejor irse a su famoso rancho.
Castellanos
Miembro de la Asociación de Escritores do Sabinas Hidalgo
