Hace días, los medios de comunicación informaron acerca de la detención del Alcalde de Izúcar de Matamoros, municipio de Puebla, por parte de las autoridades del vecino país del norte.
Según la nota, a Rubén Gil, que tal es el nombre del edil, se le acusó de narcotraficante de acuerdo con los archivos de la DEA, y actualmente se encuentra preso en Nueva York.
Debido a ella, el Alcalde solicitó una licencia, por lo que el cargo quedó acéfalo, y de inmediato empezaron las críticas por parte de algunos miembros del Ayuntamiento y gente de su pueblo.
Al respecto, vecinos entrevistados manifestaron su molestia por la situación que se generó a raíz de la detención del Alcalde.
De acuerdo con la difundido en los medios de comunicación, los vecinos de Izúcar de Matamoros recuerdan que cuando fue postulado por el PRI, a Rubén Gil lo “vendieron” como un empresario y migrante de resultados.
Las personas entrevistadas señalaron que el Alcalde con licencia hizo una campaña muy costosa, aunque nunca ofreció desarrollo ni estabilidad, coincidiendo en que su oferta de campaña fue soltar dinero a manos llenas, principalmente a familias en pobreza y extrema pobreza, comprando así sus votos.
Desgraciadamente, esta es una práctica de la que echan mano algunas gentes inescrupulosas que ambicionan ocupar un cargo de elección, y que para lograrlo son capaces de cualquier cosa.
Y aunque puede ocurrir en cualquier metrópoli, ello es más notorio en municipios del área rural, donde existen gentes que al ocupar la Alcaldía se ven tentados a eternizarse en el poder e implantar un cacicazgo (con la complicidad de sus partidarios) aprovechando el cargo y el erario para comprar voluntades y crear compromisos (a base de pachangas y prebendas) que llegado el momento podrán utilizar de acuerdo a sus intereses personales.