En uno de los párrafos de la columna publicada en el número 2643 de este semanario, correspondiente al sábado 4 de agosto del año en curso escribí: “…lo cierto es que existen casos de mujeres que han dejado, o están dejando, mal sabor de boca en su desempeño en puestos de elección popular o en cargos sindicales, donde han demostrado ser tan corruptas, ambiciosas y amantes del poder como cualquier ser humano, sin importar sexo”.
Viene esto a colación en virtud del caso protagonizado por Kena María Yáñez Martínez, acusada de malos manejos al frente del Instituto Estatal de la Juventud, cargo al que se vio precisada a renunciar luego de haber sido exhibida en un >video en el que aparecía pidiendo a una segunda persona la alteración de un contrato para la elaboración de unas encuestas por un monto superior a los 2 millones 200 mil pesos.
Dentro de su gestión, la ex funcionaria incurrió en gastos excesivos, pues en un evento denominado “Encuentro Mundial Joven” que sólo duró dos días, gastó 2.9 millones de pesos, y ya había sido sancionada por la Contraloría porque su padre usó durante 2006 una camioneta asignada a la dependencia para realizar varios viajes de tipo familiar al vecino país del norte.
Desgraciadamente, casos como éste son comunes en la esfera pública, y de ello nos dan cuenta, casi a diario, los diversos medios de comunicación, pues en una gran proporción, quienes aspiran a ocupar algún cargo lo hacen con la intención de servirse, aprovechando la ocasión cuando se les presenta.
Y en este caso en particular es lamentable y muy decepcionante, por estar inmiscuida una joven mujer, quedando demostrado que ni el sexo ni la edad garantizan una actuación honesta y transparente.