Faltan alrededor de veinte días para que se realicen las elecciones que, según todo apunta, resultarán muy reñidas y donde la contienda por la Presidencia será lalucha estrella.
A propósito, a como se ha venido desarrollando la campaña presidencial , puede decirse que los gladiadores estelares pertenecen al bando rudo, y aunque no se quiera, el lodo que se han estado arrojando podría salpicar los comicios, por lo que debemos cruzar los dedos para que no se desborden las pasiones a fin de que el interés y el entusiasmo que se observan se canalicen, única y exclusivamente, a través del sufragio.
Sobre el particular, es muy posible que a estas alturas ya no existan muchos indecisos y que la mayoría de los ciudadanos tengan bien definido el sentido de su voto.
Al respecto, independientemente de que al votar algunos sólo se fijan en el físico de los candidatos, hay quienes son fieles al partido en el que militan o con el cual han simpatizado siempre, y otros que se fijan en la persona sin importar quien lo haya postulado.
También están los que al verse o sentirse desplazados votan por despecho en contra del partido (o de un candidato postulado por éste) que les ha brindado la oportunidad de saborear las mieles del poder o beneficiarse, de una u otra manera, bajo su influencia, olvidando que en algún momento otros fueron los desplazados y ellos los preferidos.
Desde luego, también hay quienes razonan su voto, para lo cual toman en cuenta la trayectoria, antecedentes, desempeño personal y profesional, capacidad, experiencia y hasta el entorno familiar de los candidatos, amén de sus promesas de campaña.
Y aunque candidatos, vemos, funcionarios no sabemos, debemos mantener viva la esperanza y hacer nuestra parte acudiendo a votar el próximo 2 de julio.
Si nosotros no cumplimos cómo exigir a otros que lo hagan.