Mi calle Antonio Solís (cuarta parte)

Páginas Sueltas de la Historia de Sabinas

En la esquina de Jiménez y Antonio Solís, estaba la casa de la familia Maldonado Vedía, ahora Ríos Maldonado, donde funcionó por muchos años un comercio y donde se vendían boletos de la Lotería Nacional, enseguida estaba un cuarto largo que abrigó un Sindicato de Trabajadores, que los domingos tenía una forma muy peculiar de llamar a los socios a Sesión.

Se paraba un señor con una corneta en la bocacalle, tocaba la marcha militar “Reunión”, el toque se escuchaba varias cuadras a la redonda y pronto empezaba la gente a llegar.

En ese mismo lugar funcionó una imprenta que daba servicio al pueblo y las rancherías, se dice que los primeros componentes de la imprenta los trajo por vez primera el Sr. Pedro Maldonado, que en alguna ocasión fue acusado por el Gobierno de Porfirio Díaz de subersivo y trasladado preso a la Ciudad de México.

Continuaba la propiedad del Sr. Valente Muñoz donde todavía viven sus descendientes. Luego la propiedad del Sr. Ambrosio Garza luego la propiedad del Sr. Francisco Serrano, donde todavía viven sus gentes, al final la casa del Sr. Melquíades Durán donde han habitado diferentes familias y en la actualidad es propiedad del Profr. J. Arturo Solís M.

En la acera sur de Solís y Jiménez estaba la propiedad del Sr. Guadalupe Lozano, han funcionado varios negocios y ha sido habitada por diferentes familias.

Continuaba la propiedad del Sr. Margarito Salinas, en la actualidad viven sus descendientes, colindaba con la propiedad del Sr. José María Flores, viven sus familiares. En la esquina la casa de Don Saturnino Leal donde vivió muchos años y crió a su familia.

Hasta aquí llegábamos corriendo, hasta la esquina de Don Marcos Garza, jugando al bote volado y a los prisioneros, en la noche cuando correteábamos la calle estaba muy oscura y el foco que había en la casa de Don Cuco, era el punto de referencia el principio y el final de nuestro horizonte.

Gracias donde estén, Don Cuco y Doña Amelia, por soportar el griterío y los pleitos de más de veinte niños del barrio, que todas las noches nos juntábamos en la banqueta de su casa.

Sabíamos que cuando oscurecía y no encendían el foco, había algún enfermo o querían un poco de calma y no acudíamos a la cita.

En las noches de luna llena, jugábamos carreras partiendo de la casa de Don Marcos Garza, hasta la casa del Dr. Loyola y el que ganaba recibía un puño de dátiles de manos del Doctor, que amablemente nos obsequiaba. La calle estaba lisa y pareja llena de limo, esperando las lluvias para convertirse en arroyo.

También acostumbrábamos, sobre todo en el verano, irnos por toda la calle Jiménez hasta llegar al río donde nos zambullíamos en sus cristalinas aguas, lo hacíamos varias veces al día, teníamos la piel negra y relumbrosa de tanto mojarnos y secarnos al sol.

Continuará

Santos Noé Rodríguez Garza
Cronista