Categoría: Nuestras Cosas

Hoy me regalaron un libro y los recuerdos atropelladamente llegan a mi cerebro, recuerdos de mi infantil estancia por la calle de Zaragoza entre Antonio Solís y Escobedo, en ese espacio algunos metros hacia el norte vivía Don Pancho Durán, un hombre de múltiples oficios uno de ellos “albañil”, en su casa un iglú, no de hielo, sino de adobe, que nos recuerdan las palabras de Ramón López Velarde cuando decía: “Tu barro suena a plata, y en tu puño su sonora miseria es alcancía; y por las madrugadas del terruño, en calles como espejos se vacía el santo olor de la panadería”, sí, de madrugada el barrio se impregnaba de aquel sacrosanto olor a pan, éste provenía del cocedor que en el patio de su casa tenía Panchito Durán.

Palabras, sí, palabras que de pronto atropellan mi mente y que ni tardo ni perezoso me apresuro a plasmarlas en la inmaculada hoja de papel.

“Sabinense la ciencia os depara, del saber su mirífico altar, ya Minerva a sus fastos os llama a acudid a esta fuente a abrevad”, fragmento del Homno a la Escuela Normal “Pablo Livas” de la autoría del cronista de todos los tiempos, el maestro Francisco J. Montemayor en la voz de su hija, la maestra Carolina.

Recuerda aquellos enormes teléfonos negros que tenían una veda que en ocasiones atrapaba nuestro dedo al marcar. Hoy los teléfonos de disco han desaparecido, no había teléfonos celulares y nunca nos hicimos nada, hoy parece que si no traes celular no eres.

Recuerda, aquellas enormes televisiones de bulbos, que no sabíamos si eran televisiones o roperos por su gran tamaño, en donde solamente podíamos ver tres canales, el tres, el seis y el diez, con imágenes a veces distorsionadas o “brincando”, todas ellas en blanco y negro.

Si pudiésemos volver el tiempo atrás, si pudiéramos corregir todos los errores del ayer, si volviésemos a vivir y volver a estar con aquellos que hoy ya no están y que en otrora tiempo nos brindaron paz y sabiduría.

Recordar hoy los juegos infantiles en las esquinas de las calles del ayer, angostas y tenuemente iluminadas, no conocíamos el chapopote, no había calles pavimentadas, desconocíamos lo que eran los arbotantes, los vehículos de motor pasaban de cuando en vez por aquellos terrenos que eran nuestros, al caer el sol, la intersección de aquellas calles era nuestra, allí estaban nuestros amigos de siempre, con los pantalones de pechera y nuestros pies descalzos con los dedos gordos muchas veces sangrantes.

Allá en nuestros años mozos, llegaban a Sabinas Hidalgo los periódicos de la ciudad de Monterrey, entre ellos El Norte, El Povenir y por la tarde, “El Sol”, repartido en ese entonces por Don Mauro Perales.

Llega febrero con su característica locura y con el rojo encendido del amor y la amistad.

Señalábamos al iniciar, la llegada al pueblo de la prensa regiomontana y al pie de página de esas publicaciones aparecía una caricatura con dos muñequitos desnudos, un niño y una niña; en la parte superior del pequeño dibujo la expresión”amor es…”.

El año de 1916 estaba por terminar, parecía ser que aquel movimiento revolucionario que había ensangrentado a nuestra patria tenía un respiro y hacía un alto en la búsqueda incesante de sus ideales.

El Sabinas de aquella época hacía múltiples reuniones buscando el ejercicio de sus derechos cívicos y en la mencionada búsqueda se encontró a la persona idónea para ejercer el puesto de Presidente Municipal, la unanimidad del pensamiento popular cayó en quien dirigía los destinos de la Escuela Primaria, el maestro Margarito Martínez Leal.

En 1945 una fotografía de Rosenthal ganó el premio Pulitzer, la mencionada fotografía muestra a cinco marinos de los Estados Unidos, juntos con un médico de la Armada alzando la bandera estadounidense en el monte Suribachi en la batalla de Iwo Jima en la Segunda Guerra Mundial, dicha fotografía fue una de las más reproducidas a nivel mundial, al grado que hoy existe una estatua que recuerda ese evento.

Antes la palabra “viejo” era sinónimo de respeto, hoy muchos le dan la interpretación de “anticuado” o de “no estás en la onda”.

Desde tiempos que quizás no podamos imaginar, se ha rendido tributo a los viejos, muy principalmente por los años que cargan a cuestas y por el caudal de conocimientos que se encuentran en el archivo de su memoria.