Güilas aztecas…

¡Esa es güila!… oíamos decir cuando niños, a las señoras de Sabinas Hidalgo, N. L… se referían a mujeres de vestidos ajustados, hechos de telas brillantes, con exceso de maquillaje, labios pintados de rojo chillante… agregaban las matronas: ¡Viven en la zona! y vienen de compras con don Trini el cochero.
Escuchábamos esas frases y las encerrábamos en el morral de la sabiduría popular, pues aquello era un tabú para los infantes, pero la imaginación volaba hacia aquel lugar, que según decían, estaba por el campo de aviación y cuyo nombre popular era el del "Zumbido", también se hablaba de otro sitio llamado Los Arcos; personajes de la cultura del antro pueblerino eran muy mencionados: Bocho “El romo”, la Chayo y el Serrucho, don Nacho, entre otros, sin faltar la muchacha "nueva", la de moda entre el macherío local.
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Al revisar los documentos y correspondencia del Lic. Benito Juárez, el personaje más importante en la historia de nuestro país, encontramos una misiva dirigida por la Sra. María de Belem Méndez y Mora, donde nos damos cuenta del impulso inicial que dio Juárez a la escuela de segunda enseñanza en el país.
Noche con preludio de un verano caluroso, suenan ocho campanadas en el reloj de la sala de la casa de mis padres, en la calle del Gral. Zuazua, número 387, de la “cara aldea”; después de dejar a un lado la modorra, producto de un par de horas frente al televisor, me dirijo al restaurant de “La Chispa”, con el propósito de devorar un plato del tradicional y sabroso menudo, que con devoción familiar elabora Juan Inés Alejandro, fiel seguidor de los pasos de don Pedrito.