Dr. Antonio Guerrero Aguilar

Los llamados grupos chichimecas

De Solares y Resolanas

Dr. Antonio Guerrero Aguilar

Existe presencia humana en la región desde hace 15 mil años. Eran grupos nómadas que se protegían de la intemperie, aprovechando los abrigos naturales de poca profundidad y altura, pero relativamente largos que conforman los cañones de las cordilleras de la Sierra Madre y de otras elevaciones orográficas…

Dr. Antonio Guerrero AguilarExiste presencia humana en la región desde hace 15 mil años. Eran grupos nómadas que se protegían de la intemperie, aprovechando los abrigos naturales de poca profundidad y altura, pero relativamente largos que conforman los cañones de las cordilleras de la Sierra Madre y de otras elevaciones orográficas. El testimonio de su paso por estos lugares, lo constituyen algunos vestigios de piedra conocidos como petrograbados cuyo significado se desconoce por lo abstracto de sus formas y las pinturas rupestres que representan animales, plantas, objetos y/o figuras humanas.

Todo el norte de nuestro territorio nacional, fue un corredor muy importante en las inmigraciones más antiguas de los pueblos que llegaron al Valle de México. Inclusive llegaron a tener cierta comunicación entre ellos. Por ejemplo, para el año 1,200 antes de Cristo, aparece cerámica en la región cercana a Tampico y Pánuco, en donde llegaron a florecer culturas tempranas. Probablemente algunos grupos étnicos ligados a esas culturas, mantuvieron contacto con otros pobladores que vivían cerca de la desembocadura del Río Bravo, en las proximidades de Brownsville, Texas, en donde se han encontrado restos de cerámica cuya antigüedad oscila entre los años 650 y 1,000 de la era cristiana.

Los primeros pobladores formaban grupos que vivían en las cuevas, repechos de roca o en las barrancas de los ríos. Desconocían la agricultura y eran cazadores recolectores. Sus vestigios más comunes son las puntas de flecha, raspadores y restos líticos variados, entre los cuales tenemos tabletas de barro con varias líneas verticales que se cruzan con líneas horizontales y que son conocidos como “arte móvil” y cuya antigüedad oscilan entre 14,000 y los 9,000 años antes de Cristo. Los autores son aquellos nómadas que bajaban hacia Mesoamérica hace ya buen tiempo, hasta comanches, lipanes o apaches que asolaban nuestros pueblos en el siglo XIX.

Estos grupos eran conocidos como chichimecas, cuya forma de vida el nomadismo, la caza y la recolección. Ellos se han clasificado en cuatro grandes grupos:

a) Los alazapas que habitaban al norte y este de Nuevo León y la franja ribereña de Tamaulipas

b) Los coahuiltecos quienes mantenían sus dominios en el centro de Nuevo León cargado hacia Coahuila y su parte norte

c) Los huachichiles que vivían en el sur de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas

d) Los borrados que pertenecían al centro del estado de Tamaulipas

Por las crónicas de Alonso de León y Juan Bautista Chapa, sabemos que éstos a su vez se dividían en innumerables rancherías, que eran pequeños grupos unidos por parentesco. Se habla de un total de 251 tribus que hablaban distintas lenguas entre sí. En el verano vivían en los repechos de las montañas y en cuevas. Durante el invierno vivían en pequeñas aldeas que formaban de diez a quince chozas dispuestas en forma de media luna. Las habitaciones eran de carrizo y zacate, las cuales tenían forma de campana. Carecían de ventanas y solo un pequeño acceso. Dormían en el suelo o en cueros de piel curtida de un cíbolo. La almohada era de heno o zacate. Para guardar sus alimentos usaban cestos de fibras y como platos, conchas de tortuga.

Se vestían con pieles curtidas. Los españoles desde su perspectiva los vieron desnudos. Unas tribus usaban zamarros de conejos con los que hacían rebozos. Llevaban el pelo largo y suelto, atados con una cinta de piel que les llegaba más debajo de la cintura. Las mujeres usaban faldas con hierbas torcidas o formaban dos piezas con piel de venado. Se adornaban con frutas secas, caracoles y dientes de animales que al andar hacían ruidos muy estimados por los varones. Tenían la costumbre de perforarse la nariz, los labios y las orejas.

Se alimentaban de frutas y raíces de plantas silvestres. Hacían mezcale, que es comida hecha con lechuguilla cocida en hornos de piedra como barbacoa. Cuando escaseaba el alimento, recogían las sobras y las trituraban en morteros para comerlos otra vez. La tuna del nopal la comían al natural o cocida. La preparaban de varias maneras. Comían los frutos del mezquite, las maguacatas, anacuas, pitas y la flor de palma. Cazaban conejos, venados, víboras y ratones. Usaban la sal y cuando faltaba, echaban ceniza de cierta hierba parecida al romerillo. El agua era acarreada por las mujeres en nopales huecos, que formaban redes y que se echaban a la espalda soportándolas con la frente.

La organización social era fundamentalmente patriarcal. El varón hacía la guerra, elaboraba los utensilios y se iba de cacería. Para pedir a la novia, le daban carne o el cuero de venado al suegro. Para separarse, bastaba que le despojara de su vestido para rechazarla y había poligamia. Se admitía el liderazgo durante la guerra. Para distinguirse de otras tribus se tatuaban. El arco se hacía con raíces de mezquite y con cuerdas de fibra de lechuguilla. Las flechas podían ser de carrizo. En la punta había una ranura donde instalaban una piedra afilada, pegada con nervios de venado o resinas. Llevaban una tira de cuero a manera de escudo. También usaban hachas o lanzas. Para convocar a una fiesta mandaban una flecha sin pedernal. Lo contrario para hacer una guerra. No había grandes despedidas ni saludos en los mitotes. Usaban raspadores, flautas y guajes con piedra de hormiguero para hacer sonidos musicales. Bailaban alrededor de una fogata por espacio de seis horas, bajo los efectos del peyote.

Tenían cultos muy apegados a la naturaleza. Había chamanes o hechiceros que con su acción mágico-curativas aliviaban los males de los enfermos. Cuando moría alguien se pensaba en la supervivencia del alma. Quemaban los restos y los ponían en bolsitas que llevaban consigo. Si eran enemigos, sus cenizas eran esparcidas al viento o comían su carne para hacerse más fuertes. A manera de luto se rapaban o tiznaban la cara.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina