Qué sencilla es la vida y tanto que la complicamos algunas veces.
Se habla y escribe mucho sobre la liberación femenina, sin embargo, qué hermoso es el mundo cuando un poeta nos hace meditar.
Colocando al hombre y la mujer en su justa dimensión, ni superiores, ni inferiores, sólo como el complemento de la creación.
Por ser ellos tan especiales, con su imaginación y sensibilidad, sobrepasan la lógica y la filosofía, hoy, si me permiten, quiero dedicar a mi amigo Gerardo Escamilla y Rosa Elvia Guajardo casados desde el 4 de febrero de 1967, lo que un día el francés Víctor Hugo escribió:
El hombre es la más elevada de las criaturas.
La mujer es la más sublime de los ideales.
El hombre es el cerebro, la mujer es el corazón; el cerebro fabrica la luz, el corazón el amor; la luz fecunda, el amor resucita.
El hombre es un código, la mujer es un evangelio. El código corrige, el evangelio perfecciona.
El hombre es un templo, la mujer es el sagrario. Ante el templo nos descubrimos; ante el sagrario nos arrodillamos.
El hombre piensa, la mujer sueña. Pensar es tener en el cráneo una larva; soñar es tener en la frente una aureola.
El hombre es un océano, la mujer es un lago. El océano tiene la perla que adorna; el lago la poesía que deslumbra.
El hombre es el águila que vuela; la mujer es el ruiseñor que canta. Volar es dominar el espacio; cantar es conquistar el alma.
En fin, el hombre está colocado donde termina la tierra. La mujer donde comienza el cielo.
Por cierto que su boda es histórica, debido a que fue la primera celebrada en el templo de Nuestra Señora de Guadalupe, y fue oficiada por el padre Pedro Morales Mondragón, aunque originalmente estaba programada para el templo de Nuestro Señor San José.