Yo te ofrezco, Patria, el laurel presente,
la vertiente que me habla de una diosa,
yo te ofrezco la estancia majestuosa
en la empresa audaz del adolescente.
Te ofrezco, Patria, la sombra inocente
de infantes que se inventan en tu prosa,
la noción que se cumple y que se goza
en la memoria intensa de mi gente.
Yo te ofrezco, Patria, el filial aliento
al posarme en la conquista del viento,
al saberme fruto de tu indulgencia.
Y yo te ofrezco, Patria, mis abrazos
porque al hacerlo se estremecen lazos
en la canción feliz de mi ascendencia.
De Alfalogías (E.P. 2001)