Hilvanes Históricos: Cuando el río suena…

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Bien dice el dicho popular “que las cosas de palacio, caminan despacio”. La frase se asienta aquí por las vicisitudes que tuvieron que sufrir por años, nuestros antepasados fundadores de la villa de Reynosa, antes de que se les autorizara oficialmente que su traslado a un lugar más seguro.

En los siguientes años de la fundación de Reynosa en el lugar señalado por órdenes del coronel don José de Escandón y Helguera, conde de Sierra Gorda, cuyas disposiciones fueron que se asentara a diez leguas de la villa recién fundada de Camargo, en la margen derecha del río Bravo o Grande del Norte, vinieron las grandes avenidas de agua y las consiguientes inundaciones de la villa.

Puente Internacional de Reynosa en 1933
Puente Internacional de Reynosa e 4 de noviembre de 1933.

Muy a pesar del sentir del capitán y justicia mayor nombrado para la villa, don Carlos Cantú, quien opinaba y así se lo hizo saber al coronel Escandón de que la población corría graves peligros al asentarse a quinientas varas (cuatrocientos metros) de la margen del río, Escandón argumentó que “el río tenía suficiente caja” y que no era necesario el cambio de lugar. Sin duda alguna, que había diferencias entre el gobernador de la provincia del Nuevo Santander el coronel Escandón y el jefe militar y político de la villa el judío converso capitán Carlos Cantú, y esta era una de ellas.

La madre naturaleza no entiende de razones y opiniones humanas. Ella hace lo que tiene que hacer pésele a quién le pese, le duela a quien le duela y que se muera el que tenga que morirse. Y sucedió que dos años después, en 1751, una gran creciente del río inundó la villa original de Reynosa obligando a los vecinos a trasladarse a las lomas del Morillo distantes varias leguas al sur de la población. En épocas recientes, en el siglo pasado, los lugareños cuentan que al desbordarse el río cubría una distancia de seis kilómetros al sur, rumbo a las lomas señaladas.

Nueva creciente inunda la villa que por órdenes de Escandón debía de permanecer en su lugar de origen. En 1752, los pobladores llevaron gran susto al ver sus pertenencias y pobres viviendas hechas de carrizos y lodo, arrasadas por la corriente impetuosa del río que seguramente por eso fue bautizado como “Río Bravo del Norte”. Las lomas del Morillo, cuyo nombre se deriva de “moro” a quienes así les decían los españoles a los árabes que conquistaron la península Ibérica durante setecientos años, fue de nueva cuenta su refugio durante casi dos meses.

En 1753 la queja se le hizo llegar por escrito al gobernador de la provincia, José de Escandón, suplicándole la autorización para el cambio quien de nueva cuenta manifiesta su carácter recio, necio y dominante y no permite el traslado de la villa y ordenó que se levantara un talud de tres varas de alto para contener la impetuosa corriente y así proteger a los colonos.

Los vecinos acatando las órdenes de Escandón continúan en el asentamiento, y en el año de 1757 el virrey Marqués de las Amarillas Juan Vicente de Ahumada y Villalón, ordena la real visita de inspección de las villas del norte al capitán José Tienda de Cuervo y Agustín López de la Cámara Alta, quienes inmediatamente se enteran de los sufrimientos y vicisitudes de los lugareños por las inundaciones del río. Los inspectores llegaron en julio a Reynosa, en mayo anterior, el capitán Carlos Cantú primer justicia y alcalde de Reynosa fue sustituido por orden del gobernador Escandón quien nombró en su lugar al capitán don Pedro de Estrada.

Los visitadores llevaron sus reportes entre ellos la solicitud del cambio de la villa de Reynosa al virrey Juan Vicente de Ahumada y Villalón, quien a su vez la trasladó a la Corona Española.

Los colonos ya conocían perfectamente bien el caminito a las lomas del Morillo, pues varios años después de la visita de los auditores, en 1763, la villa sufre otra desastrosa inundación pese al terraplén ordenado por Escandón y los vecinos utilizan los botes y canoas que ya tenían preparados para su traslado al Morillo. En ese mismo año de 1763, el 29 de marzo, el Rey de España el Borbón Carlos III, autoriza el cambio de las villas de Reynosa, Escandón y Burgos que se encontraban en las mismas condiciones de peligro para su traslado a lugares más seguros. El cambio de la villa de Reynosa ordenó que fuese al paraje denominado Santa María de las Lajas.

Escandón recibe la orden para el cambio de las villas, y de nueva cuenta informa al virrey que no era necesario el traslado de la villa de Reynosa en virtud de que “el río había abierto mucha caja”. Tal vez a esta serie de contrariedades de Escandón se deba que para 1766 al llegar a la Nueva España el virrey Carlos Francisco de Croix, ordena la remoción del gobernador Escandón, su traslado a la Ciudad de México y la sujeción a un Juicio de Residencia. Sustituye a Escandón el mariscal Juan Fernando de Palacio quien de manera muy significativa, ordena el traslado de la capital de la provincia que estaba en Santander, a San Carlos.

Pasaron los años y los pobladores siguieron con los mismos temores, asechanzas y peligros de inundación sin que se resolvieran sus múltiples peticiones para el traslado. Para 1794, el teniente de milicias don José Francisco Ballí, solicitó el cambio al gobernador de la provincia don Manuel de Escandón, hijo del coronel José de Escandón, quien envió la solicitud al virrey don José Miguel de Azanza quien pidió el parecer del intendente coronel don Félix María Calleja del Rey radicado en San Luís Potosí.

Lo mismo sucedió en el año de 1801 en que el “medio cabildo” (Reynosa no tenía población suficiente para un cabildo completo), el párroco fray Agustín Lira y los principales vecinos, pidieron el traslado ahora a las Lomas de San Antonio, al nuevo virrey Félix Berenguer de Marquina.

Papeles iban y papeles venían y el problema no se les resolvía a los colonos. Pero la naturaleza que está por encima de todo, lo resolvió de manera drástica. Fuertes lluvias huracanadas se dejaron sentir en junio de 1802. Según los historiadores antropóloga doña Antonieta Espejo y don Donato S. Palacios primer cronista de la ciudad, el 26 de junio de 1802, Reynosa sufrió una catastrófica inundación. El teniente Ballí traslada hasta las Lomas de San Antonio que eran de su propiedad y que se encuentran a una distancia de cinco leguas de la villa original, a su familia y a todas las que quisieron hacer el cambio. Terminó de hacerlo el 4 de julio de 1802 fecha en que Reynosa conmemora la refundación de la villa.

Ahora tenemos dos Reynosas, Tamaulipas. La villa original que está en el lugar de su fundación, hoy se llama “Reynosa Díaz” en recuerdo al general y Presidente de la República don Porfirio Díaz Mori. En las Lomas de San Antonio se encuentra ahora el Centro Histórico de Reynosa.

En el transcurso de los años, los dos Reynosas han continuado sufriendo de grandes avenidas del río Bravo o Grande del Norte, de chubascos, huracanes y depresiones tropicales como los recientes, que los lugareños han sabido afrontar con recio carácter, entereza, ánimo y espíritu de solidaridad muy propio de la gente del norte. Fin.

Garita de la Aduana de Reynosa
Garita de la Aduana de Reynosa momentos antes de ser casi destruida por una inundación del Río Bravo el 7 de septiembre de 1932.

Arnoldo Gárate Chapa es miembro fundador de la Sociedad de Historia de Reynosa y del Club de Veteranos de Reynosa, A.C.