Al inicio de la años treintas, cuando se construyó el edificio de la Esc. Prim Teresa Rivera de García, en el patio de lado poniente frente a la calle Mina, se hizo una noria y se construyó un tinaco elevado; para almacenar agua, que serviría para alimentar los bebederos y los servicios sanitarios. Ahí se instaló un papalote que se encargaba de extraer el agua y de llenar el depósito; el agua bajaba por gravedad y se distribuía por los diferentes lugares.
Entre los años de 1946 a 1948, e introdujo el agua potable a la población y también se conectó a la red que alimentaba Los Colegios; por lo tanto el papalote ya no servía en su propósito original, y por la falta de uso y mantenimiento, con el tiempo se fue deteriorando.
Llegó a Sabinas, por aquellos años, un Señor de apellido Montemayor, que era familiar de Don Loncho Garza y que vivía en el estado de Michoacán; al ver el poco uso que tenía el papalote y al saber que ya no prestaba ningún servicio, habló con las Autoridades Municipales para que se lo vendieran, llegó a un acuerdo con ellas y posteriormente hizo trato con Don Santos, para que desarmara el papalote y la fuera a instalar al lugar donde vivía. Pues él quería tener cerca de sí, algo que constantemente le estuviera recordando el terruño donde nació.
Don Santos de inmediato se puso a trabajar y en pocos días tenía embalada la torre, la máquina, la aspa y la tubería; trasladaron todo al ferrocarril que pasa por Villaldama, N. L. y él, con su caja de herramienta y su espíritu aventurero, tomó el tren junto con el material rumbo a Zamora, Michoacán que era el punto final de la empresa.
Al llegar a su destino, se entera, que no existe la noria donde va instalar el papalote, pero el dueño le explica y le señala el lugar donde lo quiere, y le pide que tome las medidas y haga los trazos, señalando el lugar donde debe ir el pozo; hace lo que le indican y al terminar, se va a reconocer el pueblo, recorriendo sus alrededores; el dueño ha contratado a cuatro trabajadores se ponen a cavar de inmediato, en quince días la noria está hecha; Don Santos, ubica el lugar donde van a ir las anclas del papalote y le pide a los ayudantes que hagan los pozos correspondientes.
A regañadientes y batallando con la inexperiencia de los auxiliares, arma la torre, la fija con piedra, arena y cemento, pone la máquina, la rueda, y la cola que señala a los cuatro vientos el rumbo de las corrientes de aire; bajan el émbolo succionador y la tubería, y el papalote está listo para sacar el agua.
El. Sr. Montemayor, persona connotada en la población, invita a sus amigos y trae al Sacerdote para que dé su bendición y suelta el freno del papalote, que se pone a girar y en pocos momentos sale el chorro cristalino, con la complacencia y algarabía de los presentes; agua que habrá de alimentar: personas, plantas y animales.
Don Santos jamás imaginó, que su trabajo fuera a llevar alegría y progreso, a un rincón de la Patria, tan alejado de su solar nativo y que el instrumento, fuese un molino de viento, donado por Don Manuel M. García a su querido terruño.
Así es el destino de personas y de cosas, que el remolino de la vida los lleva por caminos insospechados, dejando con su actitud y su trabajo, un recuerdo imperecedero.
Se despide Don Santos de Zamora, Michoacán y emprende el viaje de regreso, trayendo en el baúl de los recuerdos las experiencias tenidas con personas tan diferentes: en su trato, sus costumbres y su manera de ser; lo que más le llamó la atención fue la calma con que tomaban la vida, le desesperaba mucho el que los ayudantes, llegaran a trabajar hasta las diez de la mañana, acostumbrado como estaba que ya para las seis andaba en acción, con alegría contaba las anécdotas y hacia ver la sencillez de las personas.
Continuará…
Profr. Santos Noé Rodríguez Garza