Era una tarde de verano y llegó a mi casa, acá por el rumbo del Valle del Sol, él iba a ésta la casa de ustedes con alguna frecuencia, alguien lo llevaba en automóvil, lo dejaban en la casa y sus acompañantes le decían que más tarde pasarían por él; mi esposa y yo compartimos y disfrutamos de muy amenas charlas. El café y las tortillas de azúcar eran la merienda, le gustaba mucho platicar pero lo que le encantaba era recordar.
Era una tarde de verano y llegó a mi casa, acá por el rumbo del Valle del Sol, él iba a ésta la casa de ustedes con alguna frecuencia, alguien lo llevaba en automóvil, lo dejaban en la casa y sus acompañantes le decían que más tarde pasarían por él; mi esposa y yo compartimos y disfrutamos de muy amenas charlas. El café y las tortillas de azúcar eran la merienda, le gustaba mucho platicar pero lo que le encantaba era recordar.
Traía a su memoria las noches de los viernes en que íbamos en compañía de otros amigos a la galería del Cine Baldazo, a ver las series del “Llanero solitario” y de su compañero “Toro”, recordábamos los grandes escalones de madera de la mencionada galería y los escalones de cemento que nos hacían llegar hasta ella.
Las muchas veces que asistimos al Teatro Rodante “Gloria” de Don Carlos Landeros, cuya carpa se ubicaba en ocasiones en un despoblado del cruzamiento de la calle Mier y Terán y Carretera Nacional, y el comentario obligado y si nos preguntan ¿que dónde andábamos? les decimos la verdad, fuimos a ver a las “coristas” y al día siguiente en la escuela primaria nos preguntábamos ¿Qué te dijeron? nada, ¿y a tí? tampoco.
El tiempo transcurría, e íbamos pasando de un grado a otro, en aquel viejo y hermoso edificio donado por Don Manuel M. García a la cultura del pueblo.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.