Caminado hace poco por las calles de mi pueblo, pude observar que había muy pocos viejos.
Preguntándole a quien me acompañaba ¿A dónde se habrán ido? Me respondió, aquí están y de nuevo le dije ¿Dónde? No los veo, no los ves porque los viejos somos nosotros.
Es cierto, hemos llegado a la tercera edad y nos aferramos a seguir siendo jóvenes, sino niños.
Los recién nacidos tienen poco cabello porque aún no les nace y nosotros tenemos poco cabello porque ya lo hemos perdido, ahora estamos quedando calvos.
Los recién nacidos no tienen dientes, porque aún no les salen y nosotros tampoco porque se nos han caído.
Los niños pequeños caminan con dificultad y con tropiezos están aprendiendo a caminar; los viejos también caminamos con dificultad y con tropiezos, el tiempo nos ha enredado en los pies.
Los niños se ayudan del andador para caminar, nosotros nos apoyamos en el bastón. A los niños hay que repetirles las cosas varias veces para que aprendan y a nosotros nos las tienen que decir varias veces, porque ya no las podemos entender.
Los niños son inquietos por naturaleza y a veces decimos que son muy necios; a nosotros los viejos algunas veces nos dicen que ya no estemos neceando.
Como pueden observar mis tres asiduos lectores, en las calles de mi pueblo no tan solo hay adultos, jóvenes y niños; sino también hay muchos niños de corazón.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.