Cuando tenemos hambre, en comida pensamos; cuando tenemos frío del calor hablamos, pero cuando tenemos hambre y frío la chimenea recordamos.
Aquellas chimeneas que tenían los jacales y las casas de antaño, esas chimeneas por algunos llamadas el fogón, por ser el lugar de la cocina para encender el fuego.
En esa chimenea podíamos observar el triángulo, el comal, el jarro, las brasas, la leña, el humo, el tizne, el deshollinador, el asador, aquella varilla puntiaguda en que se clavaba la carne y se ponía al fuego, la botella con gas morado que servía para encender la hoguera o como combustible de la lámpara de aro o de la lámpara de mesa y su tubo de delgado cristal.
Esas chimeneas de otrora tiempo, a donde nos acercábamos todos, a sabiendas de que allí encontraríamos comida para saciar nuestra hambre y calor reconfortante contra el frío, allí bajo la chimenea estaban los manojos de leña y en ocasiones se escuchaba el ronronear del gato de la casa.
La chimenea era el lugar que daba calor a todos los rincones, lugar de reunión para recibir los alimentos materiales y también los espirituales; la chimenea y la hoguera, sagrados lugares que proporcionaban calor a la familia.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.