En lo ignorado de la prehistoria se encuentra perdido el origen o el inicio de la música; tal vez, el desarrollo del canto ha sido paralelo al del habla.
Quizás el hombre al querer imitar el canto de los pájaros, el grito de los animales, la voz del amigo de su tribu o de su enemigo fue el origen de la música, que en sus inicios y en épocas por demás primitivas tenía algo o mucho de mágico.
En su origen la voz del guerrero se unía al sonido del tambor; y hoy la voz humana se une al saxofón, al clarinete, al trombón, a la tuba, al cornetín, a la flauta, al acordeón, a los platillos, al piano, a la guitarra, a el arpa y a otros tantos instrumentos que han sido creados por la mente humana para solaz esparcimiento.
Hoy hay infinidad de grupos musicales y como reconocimiento a los nuestros, recordamos a: “Los Betos”, “Ritmo 5” de José Ángel Garza, “Los Alegrías” de Ovidio Ruiz, “Los Vagabundos” de Teodoro Mercado, “Los Tremendos” de Urbano Yáñez, “Los Tachos” de Anastacio Gutiérrez, “Los Alegres de Sonora” de Juan Garza, “El Gremio” de Juan Manuel Cabello, “Los Grekos” de Alejandro Liuskos, “Los Rancheritos del Norte” de Rogelio Garza, “Los Hermanos Serna”, “Mar y Tierra” de Manuel Estrada, “El Gremio” de Urbano Yáñez, “Grupo Estrella” de Blas Sánchez, “El Gremio” de José Juan Ibarra, “Tropical Latino” de Teo Acevedo, “Rojo Amanecer” de Juan Salazar y Juan Velázquez, “Alma Norteña” de Héctor Serna y muchos más que tal vez en otra ocasión podamos citar.
La voz del antiguo guerrero y el sonido del tambor se han convertido en sonidos musicales que traen paz y armonía al alma.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.