Negro panorama…

La Bola Cuadrada

Dicen los sociólogos actuales que era otro México, otro tiempo, otras ideas, si, efectivamente el nacionalismo revolucionario ganaba terreno apoyado en los postulados de la Revolución Mexicana, poco a poco se conformó la mentalidad del pueblo en base al sentimiento campesino y obrero; las masas irredentas vieron en el Presidente de la República al adalid que los iba a sacar, por fin, de la marginación y la pobreza.

La educación se tornó en socialista y la meta era el avance del proletariado en dura lucha contra los empresarios y patrones, quienes pusieron el grito en el cielo y se dieron a la tarea de organizar la rebelión, apoyándola con gruesas sumas de dinero y pensadores y escritores quienes denostaban a las teorías marxista-leninistas, cuya asimilación era lenta y difícil.

El alzamiento armado que encabezó uno de los beneficiarios de la Revolución Mexicana, el Gral. Saturnino Cedillo, fracasó ante las bien organizadas fuerzas gubernamentales al mando, nada más y nada menos del mismísimo Presidente de la República.

Las huelgas de los trabajadores proliferaron ante el asombro de la clase empresarial; nuestra ciudad fue testigo de ello, con la huelga en la Vidriera, situación que se puso al rojo vivo como candente cristal sacado del fuego, a tal grado que tuvo que venir el Presidente Lázaro Cárdenas para controlar los acontecimientos y de paso dar una regañina a los industriales de la localidad, en un teatral efecto que a la larga no era más que el haber llegado a un acuerdo con los capitanes de las empresas regiomontanas.

Lázaro Cárdenas repartió tierras a diestra y siniestra, fortaleció el ejido, creó cooperativas e impulso el paternalismo gubernamental que tan caro ha salido al pueblo mexicano, pero eran otros tiempos, tiempos de abundancia, donde la palabra crisis no se conocía y la mentalidad era bucólica, casera, sin pretensiones de lujos materiales, reservados tan sólo para una pequeña casta privilegiada.

Pero había una espina clavada en ese sentimiento nacionalista revolucionario: era la posesión de las fuentes de energía en manos de los extranjeros, sobre todo ingleses, holandeses y norteamericanos; los maltratos a los obreros y la prepotencia con que actuaban marcaron su destino. Las compañías petroleras eran verdaderos feudos que controlaban la región donde explotaban los mantos del oro negro, haciendo y deshaciendo a su antojo, con matarifes a su servicio para amedrentar a la población.

El país recibía pingues beneficios de dicha explotación del subsuelo, además, su presencia en el país contradecía el espíritu revolucionario con que se manejaban los asuntos públicos, por lo tanto Lázaro Cárdenas decretó la nacionalización del petróleo, hecho que causó sorpresa e incredulidad en los medios políticos del mundo, mientras que en México, la solidaridad con el mandatario y su conducción de los negocios públicos se hizo patente, en donde la prensa, la radio y el cine jugaron un papel de suma importancia para sensibilizar a la población.

Para saldar la deuda contraída en el leonino contrato con las empresas petroleras el pueblo acudió en masa a donar joyas, alhajas, ahorros, los trabajadores cedieron un día de salario, en fin, cientos de demostraciones en favor de un gobierno que cumplía sus metas revolucionarias y ponía un hasta aquí a los emisarios del imperialismo mundial.

A partir del 18 de marzo de 1938, la economía mexicana se comenzó a ligar indisolublemente con el petróleo; la paraestatal que lo controla se convirtió en un auténtico pozo de malos manejos, corrupción, dispendio, líderes y administradores de la peor calaña que abultaron la nómina y dilapidaron recursos monetarios y materiales.

En la actualidad, cuando nuestra economía está petrolizada, cuando el presupuesto federal se nutre en su mayor parte de los dólares provenientes del petróleo, la estabilidad económica de nuestro país se tambalea cuando los mandones mundiales deciden bajar su precio y entonces el panorama se pone más negro que el petróleo.