Un gobierno no es más que un administrador de los pueblos; estos tienen el derecho de pedirle cuentas de su administración y cada ciudadano como interesado en el bien público tiene derecho a censurar a los gobernantes y de patentizar sus extravíos.
No es solo un derecho sino un deber de todo buen ciudadano manifestar a los pueblos cual es el proceder de los que los gobiernan, y si abusan de su poder por miras particulares.
El que sabiéndolo lo calla, da a entender o que no se interesa en el bien público, o que es un vil adulador de los que mandan, o que es un cobarde que teme su poder.
Este temor es infundado en los gobiernos constitucionales; no en los que son puramente de nombre, sino en aquellos en que hay una Constitución y no un poder que se crea autorizado para inflingirla; en aquellos en que la libertad de imprenta está garantizada por la imparcialidad de jurados incorruptibles.
En esta clase de gobiernos, nada debe temer un escritor para censurar la conducta de los depositarios del poder. Los que están empeñados en sostener sus abusos, tratan de desconceptuar a los que los censuran llamándoles mordaces, revoltosos y otros epítetos con que creen ha-cerlos despreciables ante el público para quien escribe.
Cuando los pueblos llegan a ilustrarse saben apreciar a un escritor que superior a toda adulación, ataque con frente serena los abusos de los que mandan.
Los gobiernos tienen un medio de evitar la censura pública y de privar a los pueblos de las ventajas que ella puede proporcionarles; este medio es evitar la publicidad de sus procedimientos, hacer de ello un misterio y rodearse de sombras y tinieblas.
Consiguen en efecto, por este medio, el evitar la censura de su conducta; pero su reserva produce siempre la desconfianza y el temor. Todo puede sospecharse de un gobierno que teme la luz".
Estas sabias palabras fueron escritas por el primer político de oposición del Nuevo León independiente Don Manuel María de Llano, en su periódico "El Antagonista", también el primero de oposición que hubo en el Estado, en su número 10 del jueves 19 de mayo de 1831.
El control de la política estatal lo tenían los representantes de la zona cítrica, hay que recordar que el primer Gobernador Constitucional fue Don José María Parás y Ballesteros de Montemorelos y el segundo fue el Lic. Manuel Gómez de Castro de Linares, se podría decir que su tendencia ideológica era hacia la derecha, mientras que Manuel María de Llano era liberal, compadre y seguidor de Valentín Gómez Farías.
Bien harían nuestros políticos actuales en "echarse un clavado" a la historia de Nuevo León y de México, para que comprendieran su papel y entendieran la misión de la prensa.