A la llegada de la colonización de los españoles y portugueses al territorio que luego llamaron Nuevo Reyno de León, encontraron a una serie de grupos indígenas seminómadas con características muy particulares y sobre todo distintas a las tribus de la meseta central con sus grandes ciudades y un nivel cultural muy avanzado.
Los naturales de la parte norte eran llamados por los aztecas y otros grupos, con el mote de “chichimecas”, expresión que significa “linaje de perros”, aplicado en forma despectiva. Este término de chichimecas se generalizó para todas las parcialidades indígenas.
Vivían en grupos de cincuenta a cien personas, a veces menos y se dedicaban a la caza, pesca, recolección de frutos y raíces silvestres; el primer cronista del Nuevo Reyno de León, el Gral. Alonso de León hizo una hermosa descripción de sus costumbres y sus modos de vivir.
Los conquistadores al ver que su afán en la búsqueda de oro y plata no dio el resultado apetecido, se dedicaron a la no muy noble actividad de atrapar a los indios, para venderlos como esclavos en los minerales de Mazapil y Zacatecas e incluso fueron llevados a los obrajes textiles de Querétaro y Guanajuato.
Los naturales opusieron feroz resistencia y muchas tribus fueron completamente exterminadas como los gualeguas, cuaanales, aiguales, comepescados, borrados y rayados entre otros; sin embargo, lograron sobrevivir hasta muy entrado el siglo XIX, los carrizos, garzas, ayaguas, y los temibles y fieros alazapas.
Los alazapas contuvieron por noventa años la incursión de los europeos y sus descendientes a la parte norte de lo que hoy es Nuevo León; originalmente estos bravos guerreros deambulaban por el Valle del río Salinas, pero la llegada de los españoles se remontaron a las sierras de Picachos, Milpillas, Santa Clara y penetraron a terrenos de lo que hoy es Bustamante, Villaldama, cañón del río Sabinas y el antiguo Real de Santiago de las Sabinas.
Mucho batallaron los españoles para lograr la penetración hacia estos territorios; los exploradores y caravanas eran duramente atacados por los alazapas, a tal grado que en informes, memoriales y oficios se describía este espacio geográfico como “camino y habitación de los fieros y temibles alazapas”.
Fueron los tlaxcaltecas quines lograron entrar a estos lares y fundaron San Miguel de la Nueva Tlaxcala en 1686 y se comprometieron a pacificar a los alazapas; lo lograron con algunos grupos, máxime cuando fueron los alazapas los que descubrieron los yacimientos de plata en la Sierra de Minas Viejas, dando lugar a la fundación del Real de San Pedro Boca de Leones en 1688 y al Real de Santiago de las Sabinas en 1693. (Hay que recordar que se llamaba Real, al pueblo fundado donde había minas de plata).
Los alazapas fueron despojados de las minas por los tlaxcaltecas y éstos a su vez por los españoles, ya sea por compra, por engaños o a la fuerza; los alazapas siguieron dando guerra, pero la ambición de los peninsulares por establecerse en la región y en menor parte la influencia de los misioneros católicos fue aquietándolos.
Para las primeras décadas del siglo XIX, los alazapas sobrevivientes a las guerras, enfermedades y muerte natural, se establecieron en un pueblo fundado por ellos frente a Bustamante, N. L. que se llamó Valenzuela de los Alazapas y en 1851 pidieron nuevos terrenos y se trasladaron a la orilla del arroyo de Valenzuela y fundaron la población de Llanos y Valdéz, que no prosperó.
Los alazapas, en esta etapa tuvieron constantes problemas con los tlaxcaltecas por la repartición del agua, litigios por tierras y disputas personales.
Para 1860, el gobernador Santiago Vidaurri dispuso que los últimos alazapas se integraran a Monterrey, como peones y las mujeres se dedicaron a las faenas domésticas.
En Sabinas Hidalgo, estamos en deuda con los alazapas y otras parcialidades indígenas que deambularon por territorio sabinense por más de dos mil años, sin embargo festejamos a los conquistadores europeos que plantaron su pie hace poco más de tres siglos.
¡Debemos honrar a nuestros antepasados indígenas!