Hoy iniciamos un año más y con él nace la esperanza, la ilusión de progresar.
Comienza como los anteriores, con muchas opciones, con miles de oportunidades, no por ello debe ser igual al anterior.
Porque el año nuevo es para innovar, convertir el hogar, el trabajo, la vida en algo distinto, sin abandonar los valores tan escasos en estos tiempos, herencia de nuestros padres o abuelos y menos las tradiciones, la base del buen vivir.
El 2007 debe ser para que cada persona se fije sus metas y haga el firme propósito de alcanzarlas, sin embargo, hace 12 meses nos pasó algo similar.
Con la característica euforia típica de la fiesta, todos nos deseamos un feliz año nuevo y la pregunta es: después de la pachanga ¿hicimos algo para que ellos lograran sus propósitos?
Si usted, cuando menos lo intentó, merece una felicitación, lo malo sería la conversión a un personaje solitario, de manos y mente egoísta, pies sin camino, ojos envidiosos y lengua de cafecero renegado.
Por supuesto que eso no se vale, no tiene la menor importancia ser el que no perdona el éxito de los demás, y menos etiquetarse como cazador de errores y defectos para burlarse, de plano no tiene caso ser ese que no es alguien y alguien que no es nada.
No es onda, como dicen los muchachos, continuar igual y menos si el ciclo anterior fue gris o mediocre.
Mejor hagamos una pausa para poner los pensamientos en orden, analizando con criterio autocrítico para sacar provecho a las experiencias obtenidas, disfrutar el presente con la seguridad de construir el futuro y con autoridad exclamar: ¡Feliz y próspero año nuevo!