En el cañón de Santa Catarina sobresalen dos cuevas y una casa. Una de las cuevas se llama del Guano y la otra de la Virgen. La palabra cueva viene de cavidad o hueco cuya formación se debe a la erosión causada por el viento, el agua o la combinación de las mismas; interviniendo además procesos químicos, geológicos o atmosféricos. Regularmente las cavernas son formadas por corrientes de agua las cuales disuelven o fragmentan las rocas. En la Sierra Madre correspondiente a Santa Catarina podemos observarlas junto con ventanas o huecos en los muros.
Indudablemente la famosa de todas es la llamada “Cueva de la Virgen” situada en pleno cañón de Santa Catarina, en la que se puede ver perfectamente una silueta de la madre de Jesús Cristo. Desde el río Santa Catarina se puede ver la imagen de la virgen María. Pero no hay una escultura; más bien vemos una imagen delineada por juegos de luz y sombra. En el interior de la caverna hay un tragaluz que ilumina la pared y el contorno de la cueva forma la imagen de una virgen parecida a nuestra señora de la Medalla Milagrosa. Tal vez la visión se deba más bien a la necesidad humana por enlazar lo sagrado con lo natural y lo humano, la cual se pretende alcanzar y subir hasta donde está. Cada vez que nos llevaban al río Santa Catarina, nos platicaban la historia de una religiosa que al buscar la forma de subir hasta la cueva se cayó y perdió la vida; como una advertencia para no arriesgarse y escalar hacia ella.
El ilustre científico Eduardo Aguirre Pequeño las estudió para determinar la enfermedad que causa el excremento del murciélago, usado por mucho tiempo como abono y fertilizante en nuestros campos. Quienes recogían el guano adquirían una enfermedad en los pulmones. Eduardo Aguirre Pequeño era el dueño de un paraje situado en General Zaragoza, Nuevo León llamado El Salto. Se sentía orgulloso de tener el sitio considerado más hermoso de la entidad. Pero una vez alguien le mencionó: “El lugar más bello y pintoresco de Nuevo León está en el cañón de Santa Catarina”. Vino a conocer el cañón y en efecto, quedó encantado con los paisajes y montañas de la Sierra Madre perteneciente a Santa Catarina. Vendió El Salto y compró unos terrenos correspondientes a un sitio conocido como El Alamar, el cual daba a una de las paredes del cañón de la Virgen.
A principios de 1950 comenzó a construir la casa con el apoyo del maestro albañil Simón García Verastegui, quien por cierto vivía en La Huasteca; de sus hijos, alumnos y amigos de ellos. La casa se terminó más o menos en 1957. Propiamente era una finca de descanso en donde acudían los fines de semana y las vacaciones. En la propiedad había dos manantiales, uno de ellos llamado El Palmar que daba servicio de agua potable al lugar. Aprovechando el vital líquido, construyeron una alberca y una red de canales con los cuales también regaban hortalizas y plantas que el médico mantenía para sus estudios. En revistas y periódicos de la época se referían a la construcción como el “Nido de las Águilas”. Obviamente la construcción, por su hechura, forma y ubicación despertó muchas creencias acerca de que pertenecía a un científico loco y no sé cuantas habladurías más. Especialmente cuando decían que la casa era de un doctor pequeño.
La familia Aguirre Cossío también adquirió otra finca en el poblado de La Huasteca. Después de morir fue vendida y ahora es un estacionamiento de un templo, en donde por cierto estuvo la última finca arbolada del sector: la quinta San José, cuyos propietarios fueron José García y Josefina Rodríguez. El lugar fue dañado cuando se les ocurrió que por ahí debía pasar la autopista Monterrey-Saltillo. Esta afectó desde el río Santa Catarina, la entrada al cañón, el poblado de la Huasteca, la loma de Frijolillo, las Anacuas (un sitio en donde había dos manantiales de agua) una zona repleta de una especie de pino endémica que solo existe entre Santa Catarina, Rinconada y Ramos Arizpe, Coahuila. En la cuesta de los Muertos destruyeron una zona con petrograbados y en Ojo Caliente taparon el manantial donde nace el río Pesquería y una zona en la que había balnearios y campos con álamos y nogales.
También afectaron a un hábitat de perros de la pradera, los cuales curiosamente no debían existir por ser inmediaciones de montaña. El doctor Aguirre Pequeño fue promotor del cultivo de especies y plantas con usos medicinales y hasta alimenticios como el algarrobo, conocido como el árbol del pan. Sembró uno en la plaza de La Fama y lo más probable es que lo hayan quitado como suele suceder. Los Aguirre Cossío finalmente vendieron las propiedades tanto las del cañón como la de la Huasteca. El gobierno del Estado de Nuevo león junto con el municipio de Santa Catarina inauguró un museo en diciembre de 1991. No prosperó en la siguiente administración y como suele suceder, el sitio quedó abandonado, sucio y con grafiti. Siempre se habla de su rescate y difusión, pero no toman medidas para su rescate y habilitación. Por ejemplo, bien puede ser albergue para los montañistas o para quienes practican el rapel.
Eduardo Aguirre Pequeño, fue un ilustre hombre polifacético. Lo mismo cantaba, tocaba la guitarra, amante de la fiesta charra, consumado jinete, excelente deportista que dominaba diversas disciplinas, un aventurero en toda la extensión de la palabra, pero sobre todo, un gran educador, científico y médico. Para muchos, Aguirre Pequeño es el discípulo más apegado al doctor Gonzalitos. El doctor Aguirre nació en Hualahuises, N.L. el 14 de marzo de 1904. Hijo de Juan Aguirre y Leónides Pequeño. Contrajo matrimonio con Amparo Cossío, hija del escritor y político David Alberto Cossío y nieta de don Pablo de los Santos muy conocido en Sabinas Hidalgo. Estudió medicina en la Universidad de Nuevo León. En 1946 cursó en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans una especialidad en medicina tropical. Él murió en Monterrey el 18 de julio de 1988. Si alguien la conoció y recorrió las cuevas del cañón de Santa Catarina, fue el doctor Eduardo Aguirre Pequeño, quien escribió unos versos el sábado de gloria de 1965 para la virgen de la cueva:
Transeúnte detente
y dirige tu mirada
al lejano horizonte,
hacia el poniente.
Y en el fondo de eólico agujero
una sacra figura Se presenta con los brazos abiertos,
símbolo de gran amor y de paz
entre los hombres.
Y al contemplar la mística figura,
Una voz a tu oído te replica
Es la que siempre aconsejó cordura
De evocadora imagen religiosa.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de Santa Catarina