Por sobre todas las cosas, Loma Alta es un centro arqueológico en la cual encontramos presencia humana desde hace algunos milenios. En el cañón de Guitarritas hay petrograbados, cuevas y morteros de piedra al igual que evidencia de puntas de flechas y raspadores de piedra muy antiguos. De acuerdo a especialistas del INAH, los dibujos pueden tener una antigüedad de hasta 7 mil años. Lo interesante del caso es que hay figuras realizadas lo mismo por grupos de cazadores y recolectores; por transeúntes, revolucionarios o pastores que conocieron las montañas entre los siglos XIX y XX. Pero también por aquellos que van y hacen daño a las rocas con inscripciones hechas con pintura en aerosol.
Los petrograbados originales son muy abstractos, repletos de líneas, círculos y puntos. Las pinturas dibujan y retratan aspectos propios de ellos. Preferentemente las hicieron los hombres de culto y con alguna intención religiosa bajo el influjo del jugo mágico del peyote. Lo más probable es que el arte rupestre refleje la intención de añadirle un trazo estético a la piedra; los hicieron con fines mágicos o con afanes comunicacionales. Lo más intrigante es que los trazos fueron realizados sobre dos muros y están en la parte más alta de los mismos. Para el arqueólogo William B. Murray se hicieron utilizando escaleras o estructuras similares a los andamios. Para otros, están en un lugar alto porque durante muchos años, esa zona estuvo al margen de un caudaloso arroyo.
En Santa Catarina hay cuatro zonas arqueológicas: los morteros hechos en la piedra entre Morteros y Buenos Aires, otra una rumbo a Santa Cruz, las pinturas situadas por el cañón de San Cristóbal y la del cañón de la Guitarrita. Entre los parajes boscosos y montañosos de la sierra de Santa Catarina se han registrado petrograbados y fogones, relacionados con el culto al fuego, elemento precursor de la vida. Hace tiempo Felipe García Campuzano quien fuera director del Museo Regional de Historia en el Obispado, me contó que los petrograbados de Guitarrita, tienen figuras similares a las del libro mormón.
Yo supe de los testimonios arqueológicos en Loma Alta en 1983, cuando leí el libro de Manuel Neira Barragán “El Monterrey de Ayer”, en donde resalta la labor del escritor y periodista José Navarro (1897-1973), quien organizaba una caminata anual saliendo del Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey rumbo a San José de los Nuncio en Ramos Arizpe. Describe el trayecto y menciona la existencia de unas paredes repletas de petrograbados en el cañón de la Guitarrita. En Santa Catarina no los conocían ni sabían de la existencia de los testimonios trazados en la roca. Tanto Israel Cavazos como Felipe García Campuzano y William B. Murray de la Universidad de Monterrey me dijeron que estaban desde Buenos Aires a mano derecha “donde topa el cañón, pasas el rancho de los Loera y ahí están las pinturas”. Batallando, preguntando y recorriendo la zona, por fin llegué hasta donde estaban los testimonios delineados en la roca. En ese tiempo aun estaban los dos muros, pero entre 1984 y 1985 alguien fue y se robó el bloque de piedra que estaba situado en el lado sur.
En la primavera de 1983, apoyado por el entonces seminarista y ahora sacerdote Miguel Mc Dermott, fuimos a buscarlos y nos llevó toda una tarde pero al fin de cuentas dimos con un señor de apellido Loera quien nos indicó en donde estaban. Luego en 1987 organizamos una visita en donde estaban Armando Flores de la UANL, Felipe García Campuzano del INAH, Eduardo Crisóstomo de El Norte y un servidor para verlos mejor. Creo que desde entonces se hicieron famosos pero también sin quererlo propiciamos su desconocimiento y la falta para dimensionar su importancia. Primero porque ha ido mucha gente y han dejado grafiti en las rocas, ensuciado el lugar y lo peor del caso, ahora practican rapel en una de las paredes. Sentí una gran decepción cuando vi que colocan clavos y arneses encima de los dibujos y luego los patalean con sus pies. El muro que da al sur, así como lo oyen, fue robado totalmente. Y para acceder al sitio, ahora se complican las cosas pues quienes se quedaron con los terrenos impiden la entrada. Otra vez apelo al sentido común de quienes visitan nuestras montañas para que cuiden el patrimonio cultural existente, así como el natural. Y que nuestras autoridades de los tres niveles hagan algo por protegerlo y difundirlo como Dios manda.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina