Los padres escolásticos entendían a la economía como el proyecto salvífico que Dios tiene para cada uno de nosotros. Luego la economía, del griego oikos, en cuanto conocimiento de la casa, representó el saber destinado a satisfacer necesidades ilimitadas con recursos cada vez más limitados. Desde entonces se han generado distintos enfoques en torno a una actividad regulada y derivada por la ética, junto con la política. Desde entonces, ambos conceptos van estrechamente reunidos: uno busca el bien común y el otro como satisfacer las demandas sociales. Porque a decir verdad, economía y política son hijas de la ética y de la moral
En la sociedad intervienen los agentes económicos, como las familias, las empresas y el sector público. Estos para hacerse de recursos, procuran la autofinanciación o la financiación ajena. Las familias como economías domésticas, consumen bienes y servicios y por otro lado, ofrecen su trabajo y su capital para reactivar a las empresas las cuales poseen una intencionalidad mercantil o empresarial. En cambio, hay un agente económico cuya finalidad es servir, detectar y satisfacer necesidades básicas de la población. A ella se le conoce como sector público, formado por las empresas públicas y las administraciones públicas como los entes territoriales, las instituciones que buscan la seguridad y tranquilidad social y los organismos autónomos que la componen. Son las instancias que nos gobiernan a través de la administración pública. Doble función de los jefes de municipio, estado y federación; política y administración, gobierno y servicio.
Estos para realizar su labor recurren a la promoción y generación de actividades que las benefician, tales como la contabilidad y el producto nacional, a través de políticas macroeconómicas, como medidas a influir en la inflación, en el desempleo y el crecimiento que puede afectar tanto a las familias como las empresas. Es cuando ocurre un flujo circular en la renta. De igual forma, el Estado puede recurrir a un conjunto de medidas cuya intención principal es hacerse de recursos para invertirlos y modificar la distribución de la renta entre los individuos como en los grupos sociales. Y así mantener saludable a la economía.
La dignidad del ser humano, en cuanto a criatura hecha a semejanza divina, nos provee una serie de obligaciones como derechos. Y el Estado se vale de nuestras obligaciones para aplicarlas al servicio de los ciudadanos y satisfacer sus necesidades. Es cuando se habla de un sistema de imposición, basado en una política distributiva. Debemos pagar una cantidad de dinero como una forma de aportar y comprometer al ciudadano en las tareas que le competen. Hay impuestos que gravan a los individuos como a los bienes y servicios, al igual que las ganancias y rentas que se obtienen. Si esto se hace adecuadamente, entramos a un círculo virtuoso en donde aportamos y se nos regresa a través de bienes y servicios.
Hay tres niveles de gobierno: el federal, el estatal y el municipal. Quienes sirven en ellos son los servidores públicos, concepto que substituye al de funcionario público desde 1982. La palabra municipio viene del latín munire que significa servir. El municipio como gremio y corporación medieval tenía la intención de beneficiar y proteger a los ciudadanos libres que vivían en los burgos. Quienes desempeñaban este cargo eran llamados burgomaestres. Hoy son llamados alcaldes o presidentes municipales, en cuya figura recae la doble y honrosa vocación de servir y gobernar. Es lo que llamamos administración o gobierno municipal.
El municipio en México es un aporte de Cádiz, y en él servían los alcaldes, regidores, síndicos y los pocos funcionarios como el secretario del ayuntamiento, el tesorero, el comandante y sus policías y el jefe de archivo. No había más; ni directores, secretarios, asesores o como se les llame o quieran denominar en funcionarios de primer, segundo, tercer y sucesivos niveles que haya o diera lugar. Los municipios recurren a un sistema impositivo basado en permisos, como aportes y cobros en diversos rubros propios de la administración pública como el de panteones, venta de alcohol, predial, refrendos, multas y demás. Mientras que a las entidades les dan los recursos de las tenencias. Y la federación cuenta con otros mecanismos para hacerse de recursos.
De acuerdo a la teoría del péndulo, la política mexicana debía ir un sexenio a la izquierda y otro a la derecha. Ver por los más pobres y satisfacer sus necesidades de educación, vivienda, empleo y salud y luego apoyar a las actividades productivas y económicas. Una forma muy mexicana de conciliar desarrollo y crecimiento. Pero desde 1982, la tendencia en los tres niveles de gobierno, parece ser que solo les importan los indicadores económicos sin que éstos necesariamente se reflejen en la economía doméstica.
El problema es que se han endeudado y para paliar esa situación han recurrido a establecer nuevos impuestos. Aun y cuando en México se grava más al trabajo que al capital. Nuestros alcaldes que acaban de tomar posesión de sus municipios se dieron cuenta que sus predecesores les dejaron una deuda casi impagable. Entonces tienen la disyuntiva: o pagan deuda o realizan obras. Y por obligación ésta no debe detenerse, al menos continuar con el servicios de limpia, alumbrado, atención pública y seguridad. Entonces recurren a nuevos aumentos, a nivel estatal el impuesto sobre nómina y en el municipal el catastral. Y como malpensado que soy, pesimista empedernido, me da la impresión de que las deudas contraídas se fueron en salarios y compensaciones de quienes nos gobiernas y nos sirven.
Dicen que mal empieza la semana para quien van a ahorcar en lunes y el 2013 lo comenzaremos pagando impuestos como buenos ciudadanos para cumplir con nuestra obligación. Aun y cuando se hayan menguado después de los gastos que se tuvieron en las fiestas decembrinas. Por eso a lo mejor nuestros representantes toman decisiones cuando al contribuyente solo le interesa gozar, aunque el mundo se vaya a acabar. Ojalá y esos recursos que entrarán a las arcas municipales, se apliquen en beneficio de todos y no en los salarios de aquellos que nos sirven o dicen servir.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina