Después de perder el juego anterior, el equipo “Cienfuegos”, se enfiló a casa y tomó rumbo al sur. Iban cabizbajos y meditabundos, pareciera o pareciese que iban cargando un muerto en su ataúd, nadie hablaba, todo era silencio sepulcral, sólo les faltaba llorar para que fuera más real.
Al continuar calle abajo, frente a “la Manuel” iba el taciturno grupo, de repente Benito Ríos dijo a Romualdo:
– ¿Quiebro el bate Romualdo?
– Sí, dijo inconscientemente Romualdo -no había dado seis pasos el grupo, cuando se oyó otro ¡Zas! muy fuerte por cierto.
– ¿Qué hiciste Benito? -pregunta Romualdo.
– Lo quebré -le dice Benito.
– ¿Y por qué lo quebraste? -dijo Romualdo.
– Porque te pregunté si lo quebraba y me dijiste que sí Romualdo.
– ¿A qué horas me preguntaste?
Era lógico y comprensible, el bate que con tantos afanes habían conseguido, había pasado a mejor vida. Lo difícil era volver a tener otro bate, aunque fuera hechizo. En ese juego, Rubén recibió 3 pelotazos de Miguel Salinas, pitcher tiburonero. Cuando a “Mando” le pasaron 3 bolas malas, Romualdo pide tiempo.
– No le tires a ninguna.
Y le tiró a los 3 lanzamientos para un lindo ponche. Fueron pescueceras.