Como no queriendo, y sólo para demostrar que la maquinaria priísta sigue bien aceitadita y funcionando conforme a lo previsto, el pasado domingo 6 de julio el tricolor barrió en las elecciones celebradas en dos estados.
En Coahuila, pese a lo que podría pensarse, tal parece que el efecto “Moreira” operó en sentido contrario, pues el PRI obtuvo carro completo al ganar en los 16 distritos locales.
Y en Nayarit, donde perdió la capital Tepic a mano de la coalición PAN-PRD, el tricolor ganó 16 presidencias municipales y el albiazul 3 en total.
En este mismo estado, Hilario Ramírez Villanueva, que la jugó como candidato independiente, ganó nuevamente en el municipio de San Blas, a pesar de sus declaraciones de que la ocasión anterior que fue Alcalde había robado “pero poco”, pues el presupuesto era modesto y no daba para más; y aunque después trató de enmendar la plana señalando que lo había dicho en broma, el hecho quedó registrado en el anecdotario político mexicano.
Ante tales resultados, algunos analistas políticos han arriesgado varias hipótesis, señalando como las principales que los ciudadanos son masoquistas, que al PAN y al PRD les sigue pasando y perjudicando su pobre desempeño, la corrupción y los escándalos cuando han gobernado; el método utilizado para seleccionar a sus candidatos y lo poco atractivos que éstos resultan, o bien, que ante la pobreza de alternativas, los ciudadanos optan por la más conocida.
Sea cual fuere la causa, lo cierto es que el PRI sigue posicionándose y preparando el terreno para las elecciones intermedias del próximo año, cuyo resultado será un termómetro de cara a las presidenciales del 2018, pues aunque parecen lejanas, la realidad es que el tiempo vuela y todo lo que ahora se hace tiene la mira puesta en ese año.