Comentaba en la columna anterior acerca de la efervescencia política que se está viviendo en Nuevo León, donde, por docenas, han surgido aspirantes a los diversos cargos de elección que estarán en disputa el 2 de julio.
Dicha situación pondrá en aprietos a los partidos a la hora de designar a sus candidatos, pues independientemente del método que emplean, siempre habrá quienes pongan el grito en el cielo y se inconformen con la decisión final.
Otra cuestión, que aunque no es ninguna novedad no deja de llamar la atención, es la forma en que se están disputando las candidaturas a las alcaldías a lo largo y ancho de la entidad, pues por pequeños que sean algunos municipios el número de aspirantes deja ver cuan atractivo resulta el cargo.
Así las cosas, es notorio como desde las precampañas se están tirando con todo, surgiendo disputas incluso entre familiares, de todo lo cual somos testigos el resto de los ciudadanos, que vemos, leemos y escuchamos como salen a relucir los trapitos al sol y de cómo se la pasan descalificándose unos a otros, cuando sería más positivo si todos los aspirantes dieran muestras de su conocimiento de la problemática que aqueja a sus comunidades y hablaran de las posibles soluciones.
Finalmente, el divisionismo hacia el interior de los partidos que todo esto genere podría acarrear perjuicios y beneficios, pues aunque algunos lograrán la ansiada candidatura, ello no será garantía de que también alcancen el triunfo en las urnas.