A decir de algunas gentes, sería muy positivo que más mujeres ocuparan cargos de elección popular a nivel de gubernaturas y alcaldías, señalando que también hacen falta más representantes del sexo femenino en las Legislaturas locales, en el Congreso Federal y en el Senado.
Quienes así opinan argumentan que las mujeres tienen más sensibilidad y son menos propensas a caer en actos de rapiña o corrupción.
Inclusive, a manera de chiste, se dice que Dios hizo primero al hombre y después a la mujer por aquello de que echando a perder se aprende.
Pero, en respuesta, hay quienes dicen que de esta manera resultó peor, pues por culpa de Eva fueron corridos del paraíso, por ejercer el oficio más antiguo del mundo, o sea, la pizca de manzanas.
Ya en serio, y respetando la opinión que cada quien tenga al respecto, lo cierto es que existen casos de mujeres que han dejado, o están dejando, mal sabor de boca en su desempeño en puestos de elección popular o en cargos sindicales, donde han demostrado ser tan corruptas, ambiciosas y amantes del poder como cualquier ser humano, sin importar su sexo.
Así las cosas, e independientemente de la conveniencia o necesidad de que más mujeres ocupen cargos de gobierno, no está de más recordar los tiempos cuando sólo el PRI acaparaba todos los cargos y se argumentaba que era indispensable que llegaran al poder gentes de otros partidos para que se terminara la corrupción y ciertas prácticas y formas de actuar, muy comunes entonces.
El resultado ya lo conocemos, y no fue como se creía, pues la realidad superó a la ficción.