Al igual que ocurre con el cigarro, el alcohol, las drogas o el juego, el poder también puede provocar adicción.
Y aunque no de forma generalizada, pero entre los más propensos a padecer dicha adicción figuran, preponderantemente, los políticos, pues en cuanto llegan a ocupar algún cargo público ya están pensando en el siguiente, para seguir disfrutando los privilegios del poder.
El problema es para quien llega a ocupar la Presidencia, pues al no existir otro cargo de mayor jerarquía, no ha de resultad nada fácil volver a ser un simple mortal luego de seis años en el máximo cargo político del país.
El ejemplo más reciente lo tenemos en el ex Presidente Vicente Fox, quien construirá en su rancho San Cristóbal las réplicas del despacho presidencial, la Sala de Gabinete y hasta la Biblioteca Vasconcelos, con lo que se hará la ilusión de estar todavía en Los Pinos.
Y, por si fuera poco, el ex Mandatario, quien sigue ostentándose como Presidente en su correspondencia, ha manifestado su intención de seguir siendo protagonista, afirmando que de ninguna manera piensa actuar con la discreción de otros ex Presidentes.
Independientemente de la frivolidad que caracteriza su desempeño al frente del Ejecutivo, es muy probable que su esposa, Marta Sahagún, tenga algo que ver en la actitud que está asumiendo Fox.
Así las cosas, aunque tal vez sea como pedirles peras al olmo, sería deseable, y además una muestra de responsabilidad, que el ex Presidente fuera más sensato y menos ocurrente.
Para bien o para mal, él ya tuvo su oportunidad.