Profr. Héctor Jaime Treviño Villarreal

El Cine Olimpia, Un Libro Cerrado…

Historias de Sabinas

Profr. Héctor Jaime Treviño VillarrealNoche con preludio de un verano caluroso, suenan ocho campanadas en el reloj de la sala de la casa de mis padres, en la calle del Gral. Zuazua, número 387, de la “cara aldea”; después de dejar a un lado la modorra, producto de un par de horas frente al televisor, me dirijo al restaurant de “La Chispa”, con el propósito de devorar un plato del tradicional y sabroso menudo, que con devoción familiar elabora Juan Inés Alejandro, fiel seguidor de los pasos de don Pedrito.

Antes de salir veo de reojo un ejemplar de un periódico y luego clavo la mirada en la fecha: sábado 12 de mayo de 1991. Llego al establecimiento y ordeno la deliciosa vianda, no sin antes preguntar por las novedades de Sabinas; Juan Inés me informó de varios sucesos y al estar devorando –esa es la palabra- la cocción, me dice:

-Ya sabes que hoy es la última función del Cine Olimpia-.

Con asombro escucho aquello que me sacó de ritmo y le pregunto el porqué de dicha acción, Juan Inés con su franqueza característica responde: -Ya no va la gente-; termino rápidamente con la cena y mi primer pensamiento es aprovechar el resto de la noche para ser testigo presencial de cómo una ciudad floreciente y progresista se queda sin cines. Me dirijo a la casa del Profr. Santiago Vara Jiménez y le informo del hecho, por lo que decidimos acudir, no sin antes pasar a la casa por la grabadora y el cuaderno de notas.

Llegamos al pórtico del Cine Olimpia y a un lado de la dulcería encontramos a los integrantes de la familia Cavazos-Botello, sus rostros denotaban tristeza, todo un legado familiar forjado a duros golpes con la vida, este día detenía su larga carrera.

Con amabilidad y comedimiento nos atendió el popular Horacio Cavazos, hizo remembranzas y nos narró la historia del cine y los esfuerzos de sus iniciadores: su padre Don Eleazar Cavazos y Don Pedro González Gómez, cuando en 1928 principian las funciones en un local ubicado donde se encontraba el kiosco “nuevo”, demolido en la segunda administración municipal del Lic. Leopoldo González; posteriormente pasaron a un terreno de don Antonio González “El Ciclón”, luego en el corredor de la escuela, donde hoy está el Centro Social Sabinas.

En este lugar tenían que colocar a diario las sillas y al terminar la función, recogerlas así como la pantalla que colgaba de una de las vigas y que había que subir con unos “carrillos”, atando las cuerdas en las columnas, pues al día siguiente los niños acudían a la escuela a tomar sus clases.

Emocionado visiblemente, Horacio continuó con su relato y nos platicó como pasaron al terreno que hoy ocupa la Casa del Maestro, teniendo el carácter de Terraza y la proyección se hacía desde el último salón de clases, finalmente se establecieron en el sitio actual, pero con la modalidad que su padre, Don Chalo, solo pudo terminar el pórtico y así comenzaron a dar funciones.

Desfilaron personajes, hechos, anécdotas, chascarrillos, como aquél suceso que causó conmoción en el pueblo: el estreno de la película Lo Que El Viento Se llevó y la primera versión de Ben Hur, con Ramón Novaro.

Dice Horacio: “una vez le pasó a mi papá un detalle muy curioso, como las películas venían por tren, había que ir a traerlas a Villaldama y como no había carretera, pues se tenía que vadear el río y allá por los años de 1928 ó 1929, se iba a exhibir una película que se llamaba ‘La Ciudad Perdida’, al pasar el río se le cayeron las latas en que venían los rollos de la película y con el agua se decoloraron y cuando la pasó, no se veía nada y la gente le preguntó oye Chalo, dónde está la película y les contestó no hombre, pues si es La Ciudad Perdida, por eso no se ve”.

Recordamos también las ocasiones en que Don Chalo, al anunciar por las tardes las películas, contaba la trama y Horacio, preocupado le decía: “Ya papá, si ya contaste toda la película, pues quién va a venir”.

La charla se tornó animada y Horacio por un momento olvidó que esa noche sería la penúltima función de su querido Cine Olimpia.

El avasallador avance de la tecnología hirió de muerte al Cine Olimpia, antes había causado la muerte del Cine Baldazo, precisamente el 14 y 15 de abril de 1990, años antes había sucumbido el Cine Terraza Sabinas, que estuvo ubicado en la Carretera Nacional entre las calles de Gral. Zuazua y Mier y Terán, a un lado de la casa de Paco Echazarreta.

Esos días de mayo de 1991, las lágrimas fueron para el Olimpia; aunque la familia Cavazos-Botello, no se quebró, y en varias ocasiones tuvieron la firme intención de seguir adelante, reabrieron el cine en varias ocasiones, pero el público no respondió, sin embargo, está latente la esperanza de que vuelva a abrir sus puertas.

Los asistentes a un cinema en Monterrey, derramamos lágrimas al ver de nuevo esa magnífica película titulada Cinema Paraíso, que nos muestra la historia de un cine de pueblo y su triste final ante la invasión de las videocaseteras y antenas parabólicas.

¿Volveremos a ver las películas de Tarzán?, las de Pedro Infante, Tin Tan y todas aquellas que nos divirtieron en nuestra niñez y adolescencia?, hoy la sala está vacía, parece que el espíritu de la chiquillería la llena y al contemplarla, se siente el rumor, los ruidos y porras de las convenciones priístas, de los alaridos de la gente cuando sirvió de escenario para la lucha libre, de repente sentimos que toman cuerpo las figuras de Boby Arreola, Tarzán López, Oscar “El Diablo Arizpe”, el Cavernario Galindo, Médico Asesino, la Tonina Jackson y tantos otros luchadores que hicieron las delicias de los fanáticos sabinenses del pancracio.

También estuvieron las caravanas de artistas, si aquéllos artistas de la época gloriosa del cine nacional: Emilio Tuero, Agustín Insunza, Tin Tan y su carnal Marcelo, Manuel López Ochoa, La Consentida y otros muchos más, cuando todavía el sabinense podía observarlos de cerca, estrechar sus manos, pedirles autógrafos, a diferencia de los tiempos actuales en que la televisión y el Internet los han masificado, pero los han alejado del contacto popular.

Horacio nos habló de los comienzos, de la empresa que formaron su padre Eleazar Cavazos y Don Pedro González Gómez, luego siguieron al frente José García, Camerino Reyes de Monterrey, en la década de los sesentas con los Cines Monterrey y finalmente cerraron el ciclo el mismo Horacio Cavazos y su hijo.

Los años cincuentas y sesentas del siglo XX, fueron las épocas más florecientes del Olimpia, en los últimos años de los setentas “apenas vi la luz”, comenta Horacio. La emoción lo embarga cuando se acuerda del Himno del Cine Olimpia y lo canta con facilidad y soltura:

Vamos alegres a cantar
al Cine Olimpia una canción,
donde podremos olvidar
las penas y el mal humor.

Y así cantando,
se van las penas
y tras las penas
se va el amor.

Eran noches de aficionados y la gente iba a cantar, se celebraban los jueves y antes de empezar la función, toda la gente de pie cantaba el Himno compuesto por Don Pedro González Gómez, y según Horacio, lo tiene grabado con Pancho Chapa.

Se acuerda también de los fieles trabajadores: Mauro Perales Guzmán, José Moreno Gallegos y Marisol Guzmán, pero siempre fue fundamental el apoyo brindado por su familia, pues sus hijos desde que eran niños de brazos, con la ayuda de su esposa, la pasaban en el cine, allí fueron creciendo y poco a poco la empresa familiar se fue transformando, donde todos colaboraban con su granito de arena.

Pasaron por nuestra mente cuando se podían ver tres películas por un peso y el clásico anuncio de Horacio: “Tres películas por peso, peso, peso” y así lo repetía incesantemente a tal grado que una señora le preguntó, ¡oiga cobra un peso o catorce, porque ya le conté catorce veces que dice peso y no vaya ser eso!, o las funciones en las que entrábamos con bolsas de café K0 La Silla y B y B.

La penúltima función fue ese día, al terminar se nubló el cielo y comenzó a llover, las gotas parecían lágrimas del cielo sabinense que se hacía presente ante el final de ese testimonio cultural que fue el Cine Olimpia, nosotros pensamos que tan solo hizo un alto en el camino.

Nuestro recordado cronista Celso Garza Guajardo (1943-2000) en su magnífica crónica sobre el cine Baldazo, no hizo pensar, con esa bellísima manera de tratar los temas de nuestro pueblo y como las autoridades permanecen indiferentes ante el ataque y caída de estos bastiones culturales, no comprenden su significación, la trascendencia, el arraigo popular y el factor de enlace familiar que representan, además de ser la opción para salir de casa y no ser esclavos de la televisión.

El lunes trece de mayo de 1991, función última y gratis para el pueblo, cerró el ciclo un par de películas sobre narcotraficantes: Traficantes por Afición y Misión Sangrienta, del cabrito western regiomontano, filmadas en Nuevo León.

En el pórtico hay una placa que dice: 1928-1978, Cine Olimpia, Cincuenta Aniversario, fundadores: Sr. Eleazar Cavazos Garza y Sra. Estela Flores de Cavazos y sus hijos Sr. Horacio R. Cavazos Flores y Sra. Galatea Botello de Cavazos. Sabinas Hidalgo, N.L. Lugar distinguido merecen también los hijos de Horacio y esposa: Horacio, Nancy, Arnaldo, Belinda y Diana; bajo dicha placa Horacio dirigió unas palabras al pueblo de Sabinas en esa despedida: “Estoy muy agradecido del pueblo, porque el pueblo fue el que siempre me estuvo favoreciendo con venir y asistir, muy agradecido de todos, todos, todos, el pueblo, autoridades y no autoridades, todos se portaron muy bien”.

Horacio, a punto de rodársele las lágrimas, dijo: “no pienso doblegarme, voy a buscar la forma de seguir adelante, con obras teatrales, con cine de más altura, con estrenos, ésto no se desbarata, no se va a destruir, tiene que seguir adelante, ésto representa toda una vida”.

Finalmente platicamos con Pepe Moreno, que en ese año de 1991, cumplió 35 años de laborar en el Cine Olimpia, se quedó fiel hasta el final, al lado de Horacio, nos comentó que pronto volverían a abrir y “aquí estaremos”.

Se cerró un capítulo más en la historia del Cine Olimpia y de la cultura sabinense, la evolución tecnológica es despiadada, nos atropella, nos acorrala y poco a poco afecta las fibras más íntimas de nuestro ser, sobre todo, a aquéllos que vivimos unas generaciones antes y que sentimos como puñaladas la desaparición de la Terraza Sabinas, el Baldazo y ahora del Olimpia, ¡Ojalá resurjan triunfantes! y que pronto volvamos a disfrutar de estos colosos sabinenses.

Nota.- Este artículo está basado en el que escribimos para el periódico Semana Regional el 18 de mayo de 1991.