Profr. Otoniel Arrambide Villarreal

El susto de Don Vidal

Hechos y Realidades

Profr. Otoniel Arrambide VillarrealDesde hace mucho tiempo había tenido la intención de entrevistar al Sr. Vidal González Cavazos para que de viva voz me relatara en forma detallada lo que le sucedió hace sesenta años cuando trabajaba como taxista exclusivo del restaurant "Eureka", situado sobre la carretera nacional, en donde actualmente se encuentra la tienda Elektra; allí estaba la oficina de aquellos autobuses denominados "Flecha Roja". Aquel deseo lo hice realidad cuando el domingo 6 de febrero del presente año 2011, acudo a un restaurant de la localidad para saciar mi hambre, grande fue mi sorpresa al encontrar en el comedor a mi amigo Vidal, saboreando un exquisito platillo, de inmediato lo saludo, con su venia lo acompaño y le solicito a una de los empleados mi platillo favorito.

Mientras el comía deliciosamente, inicié la tan esperada entrevista con mi amigo quien en forma amable me brindó toda su atención, desarrollándose de la forma que ha continuación me permito narrar: Don Vidal, ¿Es cierto que Usted fue testigo de una mujer aparecida?

-Mas bien fue una desaparecida, me responde.

-¿En qué fecha fue ese suceso?, respondiendo que fue el 18 de febrero de 1950, fecha que jamás olvidaré. A continuación le pido me relate lo sucedido con sus propias palabras y esta es su versión:

"Estaba yo esa noche dentro de mi taxi acurrucado mitigando el frío, en espera de la última corrida de los autobuses, serían como las 11:50 p.m., cuando me suenan el vidrio de la ventanilla, despierto y veo a una dama vestida de negro, su cabeza tapada con un velo que le cubría toda su cara, bajando el vidrio, escucho que me dice la lleve a la plaza principal, aquella que está frente a la Presidencia Municipal; para esto ella se sube al asiento trasero del carro y me dirijo hacia aquel lugar, llegando al mismo, ella me pide la conduzca al panteón municipal, me quedo sorprendido y algo temeroso, porque ir a esa horas al cementerio, solo de pensarlo se me helaba la sangre, pero me armé de valor pensando que esa señora no podía ser más valiente que yo, por lo que tomé la calle Hidalgo, luego la Mina para dar vuelta en la Ocampo, sin dejar de ver por el espejo retrovisor la silueta o figura de mi cliente la cual desapareció de mi vista una cuadra antes de llegar; pensé que se debía a la oscuridad de la medianoche, la cual se acentuaba por la gran cantidad de ramas de los árboles de los aguacates las cuales se entrelazaban de una acera a otra en las alturas, semejando la calle un largo y oscuro túnel. Al llegar, estaciono el taxi frente a la puerta del panteón, saco mi cajetilla de cigarros y los cerillos, me acomodo en mi boca un cigarro, desciendo del vehículo, le abro la puerta para que se baje la mujer, enciendo el fósforo y con su tenue luz me pude dar cuenta que la dama ya no estaba, había desaparecido como por arte de magia, siendo tanto mi susto que ya ni supe de los cigarros y cerillos; para pronto abordo mi automóvil y regreso a toda prisa a la oficina de los autobuses, entrando sin poder pronunciar palabra alguna a causa de la tremenda impresión, por lo que no podía contestarle a uno de mis amigos cuando me preguntaba que si ya había realizado el viaje; dándome de beber un café calientito, para minutos después narrarle lo que me había ocurrido.

Al escuchar mi conversación, el chofer del autobús no lo podía creer ya que según él, había levantado a aquella pasajera en las afueras de Nuevo Laredo y que le había pagado el boleto cuyo costo era de $3.75 pesos, con un billete de diez pesos. Fue tal la incredulidad de aquel operador del transporte público que me pagó para ir de nuevo a las afueras del panteón, encontrando allí la cajetilla de cigarros junto con los cerillos tirados sobre aquel suelo helado y misterioso, pero lo que mas miedo nos dio fue el hecho de que al revisar la superficie del asiento trasero, encontramos la feria que el chofer le había devuelto del billete con el cual ella pagó horas antes su pasaje; fue así como con la piel "chinita" y los cabellos parados del occipital, regresamos todos temerosos a la ciudad". ¿Sería acaso una alma en pena?, eso jamás lo sabremos.

Profr. Otoniel Arrambide Villarreal
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo