A la memoria de Eugenio Aguirre Benavides

De Solares y Resolanas

Uno de los prohombres de la revolución mexicana, con los que aún estamos en deuda para reconocer la obra y el sacrificio; es sin duda alguna Eugenio del Santísimo Corazón de Jesús Aguirre Benavides, nacido el 6 de septiembre de 1884 en Parras de la Fuente, Coahuila y bautizado en el templo de Santa María de las Parras el 16 de octubre de 1884. Hijo de Rafael Aguirre Valdez y de Jovita Benavides Hernández. Perteneció a una gran familia formada por siete hijos: Adrián, Rosalía, Rafael Jerónimo, Luis, Eugenio, Cleotilde y Alfonso. Los Aguirre Benavides conocían bien a la familia Madero pues guardaban una relación de parentesco. Jovita era sobrina de Rafaela Hernández Lombraña, la primera esposa de don Evaristo Madero, el gran patriarca de la dinastía. Además participaban de algunos negocios en común.

Tres Aguirre Benavides fueron protagonistas de la revolución mexicana: Adrián fue diputado de la XXVI Legislatura, la primera elegida libremente por el voto popular en 1912. Luis fue secretario particular de Gustavo Madero y luego de Pancho Villa. Mientras Eugenio fue alcalde de Torreón, alcanzó el grado de general y comandó la brigada Zaragoza dentro de la División del Norte. Definitivamente la familia Aguirre Benavides tiene historias qué contar.

Eugenio realizó sus estudios primarios para dedicarse luego a las labores administrativas. Fue un exitoso comerciante a quien le dio por participar en las elecciones de 1911 para la presidencia municipal de Torreón, tomando posesión el 1 de enero de 1912. Solo permaneció en el cargo hasta mediados de junio de 1912, cuando tomó las armas para combatir a la sublevación de Pascual Orozco en contra de Francisco I. Madero, con la intención de derrocarlo como presidente. En consecuencia dejó la alcaldía de Torreón a Francisco Peña Ibarra entre junio y julio y de agosto a septiembre la ocupó el ingeniero Andrés L. Farías Hernández. Aguirre Benavides debió enfrentar a tropas militares que hostilizaron a Torreón y a la Laguna como Aniceto Ramírez y Benjamín Argumedo. Una vez que lograron sofocar las rebeliones, el general Eugenio Aguirre Benavides, regresó a la presidencia municipal de Torreón a principios de octubre y lo terminó su periodo en diciembre de ese 1912.

Después de la Decena Trágica, abrazó la causa del Plan de Guadalupe y participó en la revolución al lado del general Francisco Villa. En Torreón organizó la Base Militar de Operaciones y luego salió rumbo a Durango para combatir al general Aureliano Blanquet. Por ser una de las ciudades más importantes del porfiriato, las fuerzas revolucionarias tenían por objeto retomar la ciudad de Torreón que había caído en poder de las tropas federales. Entonces se dividieron en cuatro columnas: la Zaragoza al mando del general Eugenio Aguirre Benavides que avanzó a Tlahualilo, Durango; la Cuauhtémoc con el general Tomás Urbina que marchó sobre Mapimí; la tercera al mando del general Felipe Ángeles y la cuarta dirigida personalmente por el general Villa. El general Aguirre Benavides avanzó sobre Sacramento para cortar las vías del ferrocarril procedente de Monterrey. Los combates se iniciaron contra los federales y Aguirre Benavides se lanzó contra las fuerzas del general Almazán. La fuerza villista después de reñidos combates tomaron a Gómez Palacio, Durango y de ahí continuaron sobre Torreón la cual cayó el 2 de abril de 1914.

También participó en la Toma de Zacatecas el 23 de junio de 1914 y luego estuvo en la Convención de Aguascalientes donde estuvo apoyando la presidencia del general Eulalio Gutiérrez Garza, quien lo nombró subsecretario de Guerra y Marina y posteriormente ocupó la gubernatura del estado de San Luís Potosí. Ya no quiso apoyar más a Pancho Villa.

A mediados de agosto de 1914, el general Álvaro Obregón, comandante de la División del Noroeste, viajó a Chihuahua para entrevistarse con Pancho Villa para componer un conflicto territorial surgido entre generales de ambas divisiones. Cuando Villa tuvo en frente a Obregón, inmediatamente lo consideró un enemigo a la causa y decidió fusilarlo. Entonces los hermanos Eugenio y Luis Aguirre Benavides, junto con José Isabel Robles y otros generales intercedieron para salvarle su vida y evitar el surgimiento de una rivalidad militar con funestas decisiones que a la larga sí se concretaron.

El 23 de septiembre de 1914 Villa dejó a Álvaro Obregón en libertad. La madrugada siguiente cambió de opinión y ordenó que detuvieran el tren en donde viajaba para fusilarlo. Obregón logró escapar gracias al apoyo de Eugenio Aguirre y José Isabel Robles, quienes lo acompañaron hasta Sonora para asegurarse de que llegara vivo. La cordialidad entre Eugenio Aguirre y Pancho Villa ya no fue igual. Por ello, cuando se desató la lucha villistas, zapatistas y constitucionalistas, el general Aguirre Benavides decidió renunciar a su mando, poniendo sus fuerzas a las órdenes de Venustiano Carranza.

El jefe constitucionalista valorando su honesto comportamiento, le expidió un salvoconducto para salir del país, solamente acompañado por su estado mayor y de una reducida escolta. Siguiendo el trayecto de la vía férrea Monterrey-Matamoros, al llegar a la hacienda de Guadalupe perteneciente al municipio de Los Herreras, Nuevo León, fueron detenidos por fuerzas carrancistas a mando del coronel Teódulo Ramírez Vela y del capitán Rodolfo R. Bernal, quienes estaban a las órdenes del general Emiliano Nafarrete. Sin importarles el salvoconducto, los consideraron unos villistas renegados y los hacen prisioneros. En el combate murió el general Julián Delgado y otros partidarios del carrancismo. Mientras el general José Isabel Robles que acompañaba al general Aguirre, logró escapar para internarse en territorio norteamericano.

Cuando llegaron a la Estación Aldamas, correspondiente al municipio de Los Aldamas, Nuevo León, el coronel Teódulo Ramírez Vela ordenó a su telegrafista pedir instrucciones a Nafarrete en Monterrey, quien ordenó un supuesto consejo de guerra que finalmente los condenó a muerte por traición. A las 5 de la mañana del día 2 de Junio de 1915 fue fusilado el general Eugenio Aguirre Benavides en la primera curva de la vía del tren en el paraje conocido como Monte Redondo, a tres kilómetros al poniente de la Estación Aldamas, junto con otros compañeros suyos. El pelotón de fusilamiento estuvo a cargo del mayor Arcadio Reséndiz, quien cumplió la última voluntad de Eugenio de dar la órden de disparar en contra suya.

Eugenio alcanzó a escribir una carta poco antes de morir, dedicada a su familia con el siguiente texto:

En camino de Los Aldamas a Los Herreras, el día 2 de Junio de 1915, a las 4 de la Mañana. A Mis Queridos Hermanos: Voy a morir en estos momentos, se ordena desde Monterrey, después de habernos detenido en la Hacienda de Guadalupe por Fuerzas Carrancistas, mis últimos recuerdos son para mi Madre y Ustedes. Muero tranquilo después de una larga lucha libertaria, soy una de las victimas necesarias para llevar adelante las hermosas ideas que entraña la revolución. Adiós a todos y resignen a mi Madre, a quien no le escribo porque considero el pesar tan terrible que le causaría, no le enseñen estas líneas. Adiós

Eugenio.

Esta carta la dio a un ferrocarrilero de nombre Cipriano Soto quien la envió a su familia en El Paso, Texas.

Murieron con él, las siguientes personas: el Lic. Alfonso Bolaños Cacho, Lic. Guillermo Moran, Coronel Magdaleno Robles, Capitán Abdón Téllez, Capitán Ricardo Corral Terrazas, Capitán Donato Ramírez, Teniente Aureliano Ruiz, Teniente Remigio Zertuche, Subteniente Manuel M. Macías, Sargento segundo Manuel Alcalá, Soldado Diego Guajardo, Soldado Felipe Díaz. Un día antes había muerto el general Julián Delgado en el combate de la hacienda de Guadalupe. Todos ellos fueron sepultados en el lugar de la ejecución. Posteriormente los familiares del general Aguirre Benavides exhumaron su cuerpo para sepultarlo en Parras de la Fuente. Dicen que lo identificaron gracias a un pañuelo que llevaba en la mano. Mientras los cuerpos de los demás militares fueron exhumados y llevados al panteón municipal de Los Aldamas en donde aún permanecen. Para recordar el lugar donde mataron a Eugenio, colocaron un sobrio monumento de granito el cual hace referencia al sacrificio del general Eugenio Aguirre Benavides y su estado mayor, pagaron con su vida para que se cumplieran los altos ideales de la Revolución. Para muchos, Eugenio Aguirre Benavides fue el inmaculado de la Revolución.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina