La defensa de Mier y la rifa de los frijoles

De Solares y Resolanas

Aunque México había perdido Texas, todavía mantenía la idea de someter a los rebeldes y echarlos del territorio en el cual les habían dado cobijo y propiedades desde principios del siglo XIX. El 11 de septiembre de 1842, el general Adrián Woll al frente de una considerable fuerza tomó la plaza de San Antonio de Béjar. Para echar a los mexicanos, se reunió en Gonzáles un grupo conformada por 220 hombres al mando del coronel Methew Caldwell. Una sección de caballería fue al encuentro de los texanos, a quienes derrotaron el 18 de septiembre. Caldwell fortalecido logró reunir 500 efectivos, con los cuales atacó a San Antonio y provocó la huida de los mexicanos el día 20 de septiembre.

Enardecido el presidente de la república Sam Houston, convocó al pueblo de Texas para defender su territorio y nombró como jefe militar a un general de apellido Somerville. Este logró reunir una fuerza compuesta por 800 texanos y con la intención de presionar a México para que reconociera de facto la independencia, promovió una invasión hacia Nuevo México y la llamada franja del río Nueces, un extenso territorio que llegaba hasta el río Bravo y correspondía a Tamaulipas.

El ejército de Somerville se apoderó de Laredo el 8 de diciembre. Siguieron rumbo a Guerrero y de ahí a Mier. Muchos de las texanos que habían participado en la rendición de Laredo se regresaron a sus casas. Somerville nombró al coronel William S. Fisher para que se hiciera lo mismo con las otras villas del Norte. Con menos de 300 hombres llegaron en la mañana del 25 de diciembre a Mier. Esta se hallaba defendida por Antonio Canales y 106 vecinos, entre los cuales había gente de Cadereyta y Sabinas, Nuevo León; apoyados por un regimiento de 250 hombres y dos piezas de artillería al mando del general Pedro Ampudia que había salido desde Matamoros a defender Mier.

Para evitar el avance de los texanos, una tropa con 125 hombres salió por la banda izquierda del río Bravo con el objeto de reconocer los movimientos de los enemigos. Una vez que ambas fuerzas se vieron, el enfrentamiento comenzó como a las 7 de la tarde del día 25 y se extendió hasta el mediodía del 26 de diciembre. La famosa batalla de Mier duró 16 horas. En medio de una pertinaz lluvia, los mexicanos se alzaron con la victoria y lograron hacerse de 242 prisioneros. Hubo 40 bajas del lado texano, 40 del bando mexicano y 60 heridos.

Entre los oficiales capturados estaban Tomás J. Green, su ayudante de apellido Murry y William Fisher, quien fue ministro de guerra de la república de Texas. Entre los vencidos había muchos de los aventureros que habían sido derrotados en Nuevo México quienes portaban una bandera que decía “venganza” en inglés. Como respuesta, el gobierno de Texas ordenó a tres generales para que se instalaran en Guerrero, Coahuila, con la intención de hacer un cuartel general pues les urgía fijar la nueva línea divisoria en el río Bravo. Pronto la prensa norteamericana supo de la derrota a la que consideró como un fracaso y pronosticó una efímera vida a la república de Texas, debido a la bancarrota que tenía su administración.

Mier junto a Laredo, Guerrero, Camargo y Reynosa festejaron la victoria de los mexicanos. En enero de 1843, Antonio López de Santa Anna dispuso el traslado de los prisioneros hacia la ciudad de México y que por cada lugar que pasaran, las autoridades y el pueblo les hicieran fiesta a los soldados mexicanos. Cuando Canales y su comitiva pasaron por Cadereyta los recibieron con honores. El día 26 de enero de 1843, una parte del cabildo los esperaba para darles la bienvenida a una legua antes de llegar a la población. Los vecinos habían decorado con arcos triunfales el trayecto entre San Juan y Cadereyta y en las casas se mostraba el regocijo de los habitantes quienes festejaban el triunfo de las tropas mexicanas. Un clarín anunció la llegada de los héroes de Mier. Cuando los vencedores y vencidos llegaron a la plaza principal, comenzó un repique de campanas del templo de San Juan Bautista y una salva de cohetes. Canales fue subido a un templete y dirigió unas palabras a los asistentes y agradeció las muestras de patriotismo del pueblo de Cadereyta. Luego pasaron al templo a rezar un “Te Deum”. Todo el pueblo reunido gritaba vivas en honor a los héroes de Mier y rechiflas a los texanos que venían como prisioneros. Seguramente éstos no debieron quejarse del trato, pues fueron alimentados con cabrito.

Canales y sus héroes, junto a los prisioneros texanos llegaron a Monterrey y de ahí rumbo a Saltillo, los texanos lograron huir en la Cuesta de los Muertos. Al avisarle a Antonio López de Santa Anna de la huida, se enojó tanto que ordenó su captura sin medir consecuencias y sacrificios. Inmediatamente se formaron varios grupos que capturaron a los rebeldes. Ya en Saltillo, para castigar a los que lograron ser atrapados, se les sometió a una rifa maligna. Se fusilaron a uno de cada diez de acuerdo a una rifa de frijoles. En una bolsa de cuero pusieron nueve frijoles bayos y uno negro. Quienes habían sacado el frijol negro fueron fusilados. Otros texanos murieron de sed y hambre y a otros jamás se les volvió a ver.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina