Dr. Antonio Guerrero Aguilar

Pancho Villa y los regiomontanos

De Solares y Resolanas

Dr. Antonio Guerrero Aguilar

A continuación presento una serie de relatos que nos hablan de la presencia de Pancho Villa en Monterrey y del contacto que tuvo con algunas personas de nuestra ciudad capital. Todas, excepto la de Villa en la Fama, son de la señora Sara Aguilar Belden de Garza. La de Pancho Villa en la Fama me la contó don José Ramón Tamez Saldívar, del Cercado, Santiago, Nuevo León y fameño por adopción y por convicción. Ambos ya esperan de la resurreción en el Señor.

Dr. Antonio Guerrero AguilarA continuación presento una serie de relatos que nos hablan de la presencia de Pancho Villa en Monterrey y del contacto que tuvo con algunas personas de nuestra ciudad capital. Todas, excepto la de Villa en la Fama, son de la señora Sara Aguilar Belden de Garza. La de Pancho Villa en la Fama me la contó don José Ramón Tamez Saldívar, del Cercado, Santiago, Nuevo León y fameño por adopción y por convicción. Ambos ya esperan de la resurreción en el Señor.

El Centauro del Norte en la Fama

Se dice por tradición popular de que durante su estancia en Monterrey en 1915, Pancho Villa intentó asaltar la fábrica de Hilados y Tejidos de la Fama. Cuentan que una tarde se le acercó un obrero al maestro de telares llamado Benigno Ortega, que estaba al frente de la factoría debido a que sus dueños, los hermanos Manuel y Florentino Cantú Treviño, se hallaban en Monterrey resolviendo unos negocios.

Un obrero le dijo a don Benigno: “Maistro, aí lo buscan en la puerta”. ¿Pos quien me busca? espetó Ortega. “No sé, dice que es Pancho Villa”, replicó el obrero textil. “Ah caray, pos vamos a ver que quiere éste señor” contesto Ortega. Benigno Ortega fue a la entrada con cierto temor y con cierta curiosidad, pues ya había oído hablar del Centauro del Norte. Y efectivamente, enfrente del portón que da a la calle Guerrero de la Fama, se encontraba el general Villa acompañado de una escolta compuesta por doce o quince dorados, todos ellos perfectamente ataviados en sus trajes de militar montando sus imponentes caballos.

Villa – sin desmontar- le dijo a Benigno: “No tengas miedo muchachito. No te vamos a hacer daño. Sólo quiero que me lleves con los dueños, tus patrones por que me urge hablar con ellos”. El encargado de la fábrica, como pudo y tartamudeando, le dijo a Villa que los Cantú Treviño se hallaban en Monterrey y que no sabía cuando iban a regresar. Argumentó que él era el mayordomo y que no tenía influencia sobre las propiedades de los dueños. Le pidió que no le hiciera daño porque era un simple trabajador de la empresa.

El Centauro del Norte lo miró fijamente por un rato. Tal vez comprendió que no había mucho que hacer. Hizo una cara de pocos amigos y lanzó la exclamación: “Me lleva la…” y espoleó su caballo al tiempo que decía a sus compañeros: “Vámonos muchachitos” Alejándose de la Fama para nunca más volver.

Cuando llegaron los Cantú Treviño, don Benigno les informó la insólita visita. Se alarmaron y dieron gracias a Dios de que el guerrillero no hubiera dañado sus propiedades. Y regresaron a sus labores como si nada hubiera pasado. Dicen que ni siquiera las gracias le dieron a don Benigno, porque éste acontecimiento ocurrió en horas de trabajo.

Aquí todos son Maderos

Había en Monterrey una droguería llamada El León propiedad de Roberto Bremer quien tuvo mucha simpatía por el general Bernardo Reyes. Una vez que Pancho Villa supo que uno de los empresarios regiomontanos era un traidor por haber apoyado en su tiempo a Reyes, ordenó que lo aprehendieran para llevarlo al pelotón de fusilamiento.

De nueva cuenta, el grupo del general Felipe Ángeles, en el cual había muchos connotados personajes oriundos de Monterrey y relacionados con la alta sociedad regiomontana, al darse cuenta de las intenciones de Villa decidieron hacer una comida en la casa Lolita Treviño, viuda de Barrera, suegra de Roberto Bremer.

Cuando estaban todos sentados, Raúl Madero comenzó a comer. En eso Villa le quitó su plato y se lo cambió por el suyo. Así lo hizo durante la comida, pues temía a que le envenenaran y por eso dejaba que los otros probaran primero sus alimentos.

Ahí Villa conoció personalmente a Roberto Bremer, cuando su esposa Julia Barrera Treviño, esposa de éste se lo presentó al general. Ahí Villa dijo: ¿Usté es el mentado Bremer de que tanto me han hablao? Discretamente la señora Lolita contestó que ellos eran parientes de los Madero y de los Aguilar.

Una vez que se levantaron de comer, Villa preguntó si alguien sabía tocar el piano, a lo que Margarita Barrera dijo que ella lo sabía hacer. Cuando comenzó a tocar una melodía el general Villa la interrumpió y le pidió Las tres pelonas para bailar. En eso Jesús Aguilar presumió que podían tocarle una pieza a cuatro manos. Ya cuando estaba la música, Villa se fue por una joven de unos 17 años llamada María Barrera a la jaló del brazo para bailar con ella. Entre zapateados y patadas se realizó la danza.

Cuando concluyó la reunión, Villa acompañado por el coronel Jesús Aguilar le dijo: “¡Ah que prieta tan reguapa, esa con la que yo bailé! ¡Me lo voy a robar! ¿Y usted me va a ayudar!” “Ah que mi general” contestó Aguilar, un poco asustado le dijo a Villa que mejor le pidiera ayuda a Andrés Farías, de quien era cuñada, además de que era prima hermana del general Raúl Madero.

¡Ah caray!, ¿Con qué prima de mi general Madero? ¡Pos ya la fregué! Aquí la que no es hermana es tía, la que no es tía es prima y la que no es prima, a lo mejor es la esposa. ¡Aquí todos son Maderos!

Así es mi general: casi todas las muchachas casaderas de Monterrey son primas del general Raúl Madero. Figúrese, mi mamá es tía carnal de los Madero, tiene más de 300 parientes, ¡nada más aquí en Monterrey!” le terminó de decir el coronel Jesús Aguilar.

Villa en el consulado

Una ocasión, le organizaron un brindis en el Consulado de los Estados Unidos, para brindar por la salud de Villa, del cónsul de los Estados Unidos en Monterrey don Phillip Hanna y del presidente de los Estados Unidos. Acudieron de parte del estado mayor de Villa, el general Felipe Angeles, Raúl Madero, Jesús Aguilar, Roberto Morelos Zaragoza, entre otros generales de la División del Norte.

Una vez que llegaron al consulado, se presentaron el cónsul Phillip Hanna y Pancho Villa. En eso, el cónsul en inglés le dijo a Jesús Aguilar:

-“He looks like a child”,

-¿Qué dijo preguntó Villa?

-“Que es usted muy simpático mi general

-A lo que el cónsul preguntó: ¿What did he say?

That you are nice

-Luego Villa le dijo a Jesús Aguilar: “¡Pregúntele a este señor si sabe por qué ando peleando contra Carranza!”

-¿What did you say? Dijo el cónsul

General Villa wants to know if you know what is his reason for fighting against Carranza

Ha, ha ha, no, I dont know

-¿Qué dijo? Volvió a decir Villa

-Dice que no sabe mi general

-“¡Pos dígale, que si yo anduve peleando contra don Porfirio, que era un hombre muy inteligente y muy valiente, cuantimás razón había yo de tener que pelear contra este viejo que no es inteligente ni valiente!”

-“Ha, ha, ha, he is a child”

-“¿Qué dijo?” Preguntó Villa

-“Que tiene Usted mucha razón mi general”

En esa tarde sirvieron grape juice, pues Villa no era adicto a las bebidas alcohólicas. Una vez que todos tuvieron sus copas, el cónsul Hanna alzó la suya y brindó:

¡For the welfare of México and the United States!”

-“¿Qué dijo?”, preguntó Villa

-El señor cónsul desea brindar con Usted, por la salud de México y de los Estados Unidos.

Cuando Villa probó su bebida le dijo a Aguilar: “Oiga, está muy agria

Es jugo de uva mi general, “¿ah, es la que toma el señor Bryan?” “ Si mi general”,

Ah, pos entonces está bien!

Villa apuró su copa hasta quedar vacía. Se le quedó viendo fijamente, cuando se aseguró de que no había quedado alguna gota, la puso en la charola, se agarró el bigote y volteó a ver a los presentes. En esa ocasión, el cónsul Hanna no dejaba de referirse a Villa como un niño.

Cuando salieron del consulado, vieron a los niños José y Raúl Aguilar Belden sentados en una banqueta. Ahí Villa quiso saludarlos, a lo que Pepe muy serio le dio la mano. El que de plano no quiso saludarlo fue Raúl, quien se volteó hacia la pared de enfrente. A lo que el general Villa exclamó: “¡Vaya, hasta que alguien se me puso enfrente!”

Villa y la cervecería

En este tiempo, la cervecería estaba intervenida por órdenes de los carrancistas. Por lo que uno de sus accionistas, el cónsul de España en Monterrey don Pío Lagüera, acudió al pullman que servía como cuartel general de Villa.

Ahí le dijo que la cervecería estaba intervenida desde tiempos en que los carrancistas controlaban la ciudad y que ningún carro de cerveza salía si no era con la autorización de Antonio Elosúa.

Cuando salió de la entrevista, Pancho Villa preguntó que quien era ese catrín. A lo que Jesús Aguilar le dijo que era un alto empleado de cervecería. “¡Ah, pues tengo muchas ganas de fusilarlo!”Y continuó: “¡ Además quiero que vaya Usted a cevecería y le ponga una bomba de dinamita!”

Mire mi general, la cervecería emplea a cerca de un millar de operarios que tienen familia. Si la volamos con dinamita, expone usted a mucha gente a morirse de hambre. Yo creo que más vale que ordene Usted que se recoja toda la cerveza que se produce, se venda y utilice el producto para los haberes de la tropa”

“¡Oiga, pos Usted tiene razón! Y es precisamente lo que ese catrín quería, que le quite la intervención y por eso voy a mandar a que lo fusilen!

Sobre ese particular, mi general, permítame que le diga que ese señor goza de muy alta posición, pero principalmente es el cónsul de España en Monterrey”

“¡A qué….!”

El adiós a la División del Norte

El 24 de marzo de 1915 Villa salió con rumbo a Torreón y de ahí a Celaya, en donde finalmente fue derrotado por las fuerzas al mando del general Alvaro Obregón. También de ese periodo sobresale la canción de la Cucaracha que los villistas cantaban a los carrancistas cuando fueron derrotados al intentar apoderarse de la ciudad. También llamaban a los carrancistas los “consusuñaslistas” en vez de constitucionalistas debido a que los ejércitos de don Venustiano eran muy dados a recoger lo que no era de ellos. También se hizo muy popular la palabra “carrancear” en señal de apoderarse todo lo que podían, especialmente para comer.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina