Dr. Antonio Guerrero Aguilar

La herencia cultural de los llamados bárbaros del norte

De Solares y Resolanas

Dr. Antonio Guerrero Aguilar

En México existen tres grandes zonas culturales que son Mesoamérica, Aridoamérica y Oasis América. En Mesoamérica se desarrollaron las civilizaciones más representativas de nuestro país…

Dr. Antonio Guerrero AguilarEn México existen tres grandes zonas culturales que son Mesoamérica, Aridoamérica y Oasis América. En Mesoamérica se desarrollaron las civilizaciones más representativas de nuestro país. Abarca más o menos desde el Trópico de Cáncer hasta Centro América. En el norte de México, estaba Aridoamérica en donde predominaban los indios nómadas recolectores que nos dejaron una buena cantidad de arte lítico y pinturas rupestres. A diferencia de los grupos que ocuparon la zona mesoamericana, las sociedades de ésta extensa región semiárida, conservaron por milenios su modo de vida nómada y una subsistencia basada en la caza recolección.

Conocían ampliamente el territorio donde vivían. Estos grupos poseían numerosas lenguas pertenecientes a familias como la yutoazteca y la hokana. Eran llamados chichimecas que literalmente significa chupadores de sangre o hijos de perra y tardaron cerca de 300 años en asimilar la cultura occidental. Muchos de ellos desaparecieron del medio en el que vivían.

Mientras que Oasis América corresponde a un área cultural que abarcaba una parte del suroeste de los Estados Unidos y el norte de México. Era habitada, al igual que Mesoamérica, por grupos sedentarios agrícolas que llegaron a poseer culturas complejas, fundadas en el sistema de intercambio comercial. Oasis América abarca tres grandes grupos culturales: Anazasi, la Hahokam y la Mogollón. Esta última fue la que se extendió al territorio mexicano y se relaciona al punto oasisamericano más importante que es el complejo Casas Grandes, Chihuahua. También se les conoce como las culturas de los indios-pueblo.

Contrario a lo que se cree y gracias a las investigaciones que han hecho historiadores como Juan Cristóbal López Carrera, Pedro Gómez Danés, entre otros, se sabe que los chichimecas no desaparecieron del todo. Se fueron incorporando a los modos de vida propios de la cultura occidental. Desde el principio se dio una interacción entre los naturales y los conquistadores. Los primeros fueron utilizados y manipulados como fuerza de trabajo y para la conversión religiosa. Los indígenas nunca se sometieron. En ciertas ocasiones, algunos grupos indígenas tuvieron que rendirse a cambio de alimentos y vestidos. Pero su presencia y huella perdura entre nosotros. ¿Qué queda de su legado en la actualidad?

Lo más importante en materia vivencial que nos habla de la identidad chichimeca son sus huellas arqueológicas, situadas en la mayoría de las veces en antiguos asentamientos humanos alrededor de sitios con abundante agua y vegetación. Nos quedan además fogones y arte rupestre que en cierta forma demuestran intercambio cultural con las culturas mesoamericanas. De hecho, la cultura huasteca dejó en Arido América sitios de notable valor estético e histórico, por ejemplo, Balcón de Moctezuma cerca de Ciudad Victoria.

Existen en muchos de nuestros muncipios, el patrimonio intangible a través de la llamada historia oral como cuentos, leyendas o rumores que relacionan al indio con cuevas, tesoros fabulosos o matanzas. Creencias mágico-curativas y religiosas, tradiciones, costumbres, nombres de lugares, entre otras cosas.

Por ejemplo, la religiosidad popular de nuestros habitantes tiende a construir relaciones mágicas y de dominio sobrenatural sobre el ser humano. Existen en nuestras montañas y valles, puntos que son considerados observatorios astronómicos. Hasta el escudo oficial de la ciudad de Monterrey guarda un vestigio prehispánico, como el indio flechando al sol que se asoma por el Cerro de la Silla.

La gente del monte tiende a comer el corazón de la penca madura del nopal, usos penitenciales de flores amarillas, los tronos de los novios en las fiestas, enramados para los mitotes, utilización de colores como el amarillo que representa a la mujer, el verde el crecimiento, el blanco la vida y el rojo el nacimiento. La utilización de plañideras o lloronas en los sepelios, utilización del peyote y la existencia de chamanes o curanderos.

Los antiguos habitantes del noreste mexicano, para todo hacían fiesta y mitote: para la guerra, para la tregua, para pedir a la novia. Las primitivas danzas rituales que se convirtieron en danzas cristianas, consumo del peyote en dichas fiestas, utilización de guajes, maderas con ranuras, utilización de la flauta y del tambor.

Mantenían una visión sagrada de la naturaleza en conjunto. Todo el medio ambiente era como una gran casa a la cual se le pretendía imitar: chozas, chimeneas, tumbas y centros ceremoniales que denotan una cultura en movimiento, ya que las casas propiamente eran móviles y se podían armar y desarmar en cualquier lugar. Los jacales que con el transcurso del tiempo se convirtieron en tejabanes. La creencia de que el ser humano pertenece a la tierra y no la tierra al ser humano. La tierra es lo total y él es una parte armónica de la naturaleza. La utilización de enramadas, la costumbre de sembrar plantas sobre las sepulturas como especie de negación de la muerte. En muchas rancherías del sur del estado, existe cierto tipo de habitaciones que nos recuerdan sus chozas antiguas.

En nuestro arte culinario encontramos una buena cantidad de recetas que tienen una raíz indígena: el cortadillo norteño que originalmente y todavía en algunos lugares se prepara con carne de venado, el consumo de tunas, nopales, calabazas, camotes, la cocción en hornos subterráneos de lechuguilla, el maguey, los pescados, tunas y mezquites, para hacer barbacoa. La costumbre de asar la carne sobre las brazas o dejarla secar al sol, comer frutillas silvestres como zarzamoras, pitayas, maguacatas, preparar bebidas con plantas silvestres, ya sea como alimento o con fines medicinales, comer chile piquín, condimentos como la ceniza, el polvo de la carne de víbora de cascabel, la miel como endulzante, el hecho de cazar venados, coconos, jabalíes, víboras, liebres, tlacoaches, recolectar las semillas del mezquite, dátiles y las víboras que se dejan secar a la sombra porque dicen en el monte que sabe mejor. El consumo del peyote, relacionado al venado y que se hace frente a las montañas, a las que se considera sagradas.

Respecto al uso del peyote, éste se puede utilizar de varias formas: se aplica localmente en trozos para aminorar el dolor de muelas, dolores reumáticos, untar en el estómago para los cólicos, para bajar la temperatura, evita en ciertos casos la caída del cabello, (preferentemente por tensiones nerviosas), evita enfermedades a las gallinas, se les aplica a las coyunturas de los gallos antes de las peleas en el palenque y a los caballos antes de las carreras.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina