Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

Gesto humanitario

Balbuceos

Tomás Mejía
Tomás Mejía.

Profr. Santos Noé Rodríguez GarzaCon motivo del Bicentenario de la Independencia Nacional, vía Internet se dan a conocer múltiples trabajos escritos que hablan de los acontecimientos que enlutaron a la Patria; cuando se adentra uno en su contenido se da cuenta de la tendencia ideológica de la persona que lo escribe; por ello surgen contradicciones muy grandes y es muy difícil acertar en la veracidad de lo escrito. Hay quien tendenciosamente ha hurgado en los escritos históricos, para obtener toda la información negativa que exista sobre algún personaje para denostarlo y tratar de hacerlo aparecer como lo que no fue.

Uno de los más vituperados ha sido Don Benito Juárez, jamás le perdonarán que siendo aborigen de la sierra de Oaxaca haya gobernado a México y mucho menos el que promulgara el estado laico, separando a la Iglesia del Estado. De él se cuentan muchas historias generosas, en cuanto a su comportamiento y forma de vivir, ya que con su actitud o sus decisiones daba siempre buen ejemplo.

Cuando la invasión francesa, dos generales mexicanos que estaban apoyando al Príncipe Austriaco, eran sus más encarnizados enemigos: Miguel Miramón y Tomás Mejía.

En la toma de Querétaro, cayeron en manos del ejército mexicano y junto con Maximiliano fueron sentenciados a muerte.

La viuda del general Tomás Mejía, fusilado junto con Maximiliano y Miramón, solicitó autorización para llevar el cadáver de su marido a México, pero como no tenía -literalmente-“ni en qué caerse muerta”, aprovechó el excelente embalsamamiento de su difunto esposo y lo sentó en la sala de su casa, en la calle de Guerrero, durante tres meses. La escena no podía ser más terrible. Con sus manos cubiertas con guantes blancos, y de traje oscuro, el cadáver parece descansar sentado sobre una silla. Conmovido por la triste situación, el presidente Benito Juárez intervino proporcionando a la viuda los recursos necesarios para el entierro. El panteón de San Fernando – el más clásico de los cementerios del siglo XIX- abrió sus puertas para recibir a Tomás Mejía, donde sus restos descansan hasta el día de hoy. Una prueba de la generosidad de Juárez.

Santos Noé
Cronista de la ciudad socio activo de AESH