Al amanecer del día siguiente, se da cuenta que está perdido en la selva; comiendo bayas y frutas silvestres y trepándose a los árboles para dormir, pasa varios días; con la suprema angustia de su situación y temiendo morir, camina sin rumbo; los ladridos de unos perros lo vuelven a la vida y se siente feliz de llegar a un ranchito donde le dan cobijo.
Al amanecer del día siguiente, se da cuenta que está perdido en la selva; comiendo bayas y frutas silvestres y trepándose a los árboles para dormir, pasa varios días; con la suprema angustia de su situación y temiendo morir, camina sin rumbo; los ladridos de unos perros lo vuelven a la vida y se siente feliz de llegar a un ranchito donde le dan cobijo.
Vuelve a la ciudad de México y se da de alta en el Colegio Militar, donde recibe conocimientos variados en el uso de las armas. Escribe a los suyos para tranquilizarlos y darles cuenta de su vida; pasa algún tiempo en el colegio y lo sorprende el estallido de la Revolución; cuando Victoriano Huerta traiciona a Madero, no quiere ser parte de un ejército deshonesto y junto con varios compañeros deserta de las filas; son perseguidos y tienen que empuñar las armas en contra de quienes convivieron con ellos; armándoles una emboscada.
Se liberan de sus perseguidores y entran de lleno a las filas de la Revolución. Como muchos hijos de Sabinas, recorre los campos de batalla siendo subordinado de diferentes Jefes; en varias ocasiones se encontró paisanos que como él andaban luchando por los ideales de las clases menesterosas que estaban ávidas de justicia.
En Tula, Tamaulipas al estar en el fragor de la batalla y cuando se defienden del enemigo trepados en el techo de una casa, un fragmento de metralla hiere gravemente a su paisano Darío Hinojosa, cuando acude a prestarle auxilio y al levantarle la cabeza el amigo le dice: ¡Te encargo que le digas a mi Madre, que muero pensando en ella! Quedan sus brazos empapados con la sangre del compañero y su corazón estalla de sentimiento y decide: darse de baja en el Ejército; y se regresa a su pueblo, para luego emigrar a los Estados Unidos.
En busca de trabajo y de aventuras recorre muchas ciudades grandes del coloso del norte, de Nueva York le escribe a los suyos para comunicarles que se da de alta en el ejército gringo; a la que sorprende mucho con su decisión es a su novia la Srita. María González González, que se entristece pensando en el porvenir de su prometido.
Pasan dos años y la compañía en que milita es señalada para que vaya a combatir a China, en el Oriente; no está de acuerdo en participar de nuevo en la guerra; deserta y se regresa a su México querido.
En 1922 contrae nupcias con su novia María y procrean dos hijos: Orestes y Olga, dándoles una vida honesta y conduciéndolos con todas las virtudes de la buena crianza.
En el pueblo desempeña diferentes oficios, con su capacidad y experiencia, se gana la confianza del Profr. Antonio Solís y se convierte en su Ayudante; estando en Monterrey hospedados en el hotel Bridges, lo envían a cumplir una comisión y cuando vuelve con el encargo se encuentra con la novedad de que su amigo y Mentor había sido asesinado; acontecimiento que lo marca para toda su vida. Fue el 2 de marzo de 1925.
En el año de 1927 funge como colaborador en la Secretaría del Ayuntamiento del Presidente Municipal Gaspar Ibarra, y volviendo realidad los principios de la Revolución, reparten lotes de tierra a la gente del pueblo.
En 1935 es designado Delegado Responsable del Sindicato de Trabajadores de Obras Públicas (S.C.O.P.).
Toda su vida fue un idealista y un luchador, en todos los oficios que desempeñó puso su sapiencia y su corazón; nunca reclamó méritos por su participación en la Revolución, no hizo fortuna material ni acumuló riquezas mal habidas; su tesoro era su familia a quienes les legó el ejemplo de su vida.
Muere el 27 de marzo de 1965, dejando un ejemplo de amor a su Pueblo y a su Patria.
Descanse en paz, un soldado de la Patria.
Santos Noé Rodríguez Garza
Cronista de la Ciudad