Hemos contado que Don Santos recorría todos los caminos de la región, los habitantes de las diferentes rancherías lo trataban con mucha cordialidad, le brindaban su confianza y amistad, tal la familiaridad que: en muchas ocasiones le comentaban acerca de sus padecimientos y enfermedades sabía: ¡con que! y ¡cómo! se podían curar las magulladuras y golpes ocasionados por las caídas del caballo o los trastazos recibidos al herrar algún animal.
Hemos contado que Don Santos recorría todos los caminos de la región, los habitantes de las diferentes rancherías lo trataban con mucha cordialidad, le brindaban su confianza y amistad, tal la familiaridad que: en muchas ocasiones le comentaban acerca de sus padecimientos y enfermedades sabía: ¡con que! y ¡cómo! se podían curar las magulladuras y golpes ocasionados por las caídas del caballo o los trastazos recibidos al herrar algún animal.
En cierta ocasión pasó por el rancho de Pascuales rumbo al Durazno, y al platicar con el vaquero, observar el estado avanzado de la gravidez de la esposa le dice: ¿ya le falta poco a tu mujer para dar a luz? ¡solamente estoy esperando al patrón para llevármela al pueblo!
Le preguntó, si tenía elaborado algún queso y al contestarle afirmativamente, le prometió que al regreso llegaría por uno y siguió por su camino rumbo al rancho que tenía por destino.
Transcurrieron varias horas y habiendo terminado su trabajo, ya regresaba; a lo lejos divisa a una persona que viene veloz en su caballo, lo encuentra y reconoce que es el vaquero de Pascuales, quien de inmediato lo pone al tanto de los que sucede y le pide que por favor lleve a su señora al pueblo, para que la atienda una Enfermera o un Doctor, ya que empezaron los dolores del parto. Acelera Don Santos su camioneta y llegan al rancho; hace a un lado las herramientas de trabajo en la caja de su Ford y con cobijas le improvisan a la señora una cama, quedando más o menos acomodada. Parten rumbo al pueblo y cuando ya van por el Sendero Ancho, arrecian las contracciones de la parturienta, a tal grado que ya no soporta, el trastabillar del mueble; detiene Don Santos su camioneta y le pide al vaquero que lo ayude, pues la señora empieza a dar a luz y él tiene alguna experiencia en partos, pues ha asistido en algunas ocasiones a la Enfermera que ha atendido a su esposa; termina el alumbramiento y recibe al varoncito que ve la luz por vez primera, lo envuelve en algunos pañales que la señora trae en su equipaje y le lava su carita con agua de la cantimplora que está tibia porque le pegan de lleno los rayos del sol; en varias ocasiones ha visto a la enfermera cortar el cordón umbilical, y así lo hace, arropa al bebé y a la señora, y parten rumbo al pueblo.
Llegan a la casa de una persona que es Enfermera y bajan a la paciente; de inmediato la experta la revisa y considera que ésta en buenas condiciones y el bebé también, por lo tanto felicita al papá y a Don Santos que la hizo de enfermero.
Se retira con su Ford rumbo a su casa, a tomarse un trago de mezcal para calmar los nervios y contarle a su esposa la experiencia vivida.
Una vez más ha cumplido una misión que el destino le ha impuesto y se siente muy feliz de poder servir a sus semejantes.
Continuará…
Profr. Santos Noé Rodríguez Garza