Una de las palabras de mayor uso en la actualidad es "dieta", el diccionario la define como "abstinencia completa o parcial de alimento, impuesta como medio terapéutico"; es común escuchar entre las féminas y no pocos varones, que están siguiendo la dieta de la luna, la del agua, la del doctor fulano y otras cuya moda es efímera, con el fin de bajar esos kilitos de más, para lucir buena figura.
Dicen las consejas populares que la única dieta efectiva es la del "mango", si, efectivamente, la del mango de la escoba, la del mango del trapeador, la del mango del azadón o la del mango del talache.
Pero, la palabra "dieta" también significa "asamblea política en que se discuten los asuntos públicos en ciertos países", en los cursos de Historia Universal se habla de la Dieta de Worms a la cual compareció Martín Lutero; utilizada en plural: "dietas" se define como los "honorarios que cobran ciertos funcionarios, mientras desempeñan algún encargo fuera de su residencia".
El sueldo de nuestros legisladores recibe ese nombre y es una cantidad respetable, si consideramos el ya eterno estado crítico de la economía mexicana.
Lejos están aquellos días del mes de diciembre de 1917, cuando los diputados locales constituyentes por el estado de Nuevo León, no tan solo rechazaron otorgarse un aumento, sino que además solicitaron no se concediesen dietas durante el receso legislativo.
Los licenciados Santiago Roel Melo y Galdino P. Quintanilla, representantes locales, sobre cuyos hombros recayó en buena medida la tarea del Congreso Constituyente, argumentaron la negativa de la siguiente manera: "el actual momento histórico por el que atraviesa el país y el Estado, reclaman de todos sus componentes algún sacrificio, y no sería muy grande el que demanda, aceptar el sueldo que actualmente disfrutamos".
Agregaron: "no hace mucho tiempo esta misma Cámara aceptó una protesta contra las Cámaras de la Unión, por tenerse noticia que sus miembros intentaban aumentarse el sueldo, sin preocuparse del estado económico por que atraviesa el país; y sería bochornoso que subsistiendo las mismas causas, quizás más aflictivas, de una sola plumada, destruyéramos el valor moral de esa protesta".
Esgrimieron que sería un doloroso contraste aumentarse sin consideración las dietas del legislativo, en tanto el pueblo padecía hambre y miseria, dejando asentado que:"la crítica pública nos elevaría a la cima del ridículo si nos aumentamos las dietas y la crítica del público no debe ser despreciada nunca".
Valiente exposición de estos legisladores, donde campeó el sentido común, la identificación popular, no el trágico populismo, ni el desmedido afán por el abultado sueldo, ¡ah!, y eso que somos partidarios de la profesionalización, de los salarios remuneradores, sin caer en el abuso.
Ante tales argumentos, los diputados locales rechazaron terminantemente el pretendido aumento a su salario, acción aplaudida por la comunidad y festinada por los periódicos locales.
Por eso decimos que hay de dietas a dietas, mientras a unos enflacan a otros les engorda… el bolsillo; mientras unos pagan por cerrar la boca, a otros les pagan por abrirla, aunque hay sus excepciones, sobre todo aquellos quienes cobran bien, mantienen la boca cerrada durante tres años y tan solo levantan el dedo cuando se les requiere.
En cuanto a dietas para bajar de peso, la más efectiva es, sin duda también: cerrar la boca.
Así es, ¡hay de dietas… a dietas!