La educación es un derecho. Ante esta simple y llana afirmación es patente que el referido derecho crea una serie de responsabilidades y obligaciones que incumben a todos los miembros de la sociedad. No es posible mantener la idea de que la solución a los problemas educativos compete únicamente a los maestros, a los funcionarios educativos, ni al grupo político en el poder. El tema educativo es responsabilidad de todos, ya que los beneficios de educar e instruir a las nueva generaciones se derraman sobre el conglomerado social y en ocasiones parecería que a éste no le toca asumir responsabilidad alguna.
La acción de educar lleva implícitas dos acciones básicas: la instrucción y la formación. De acuerdo a la primera se transmiten conocimientos y habilidades, la segunda se ocupa de otorgarles sentido ético, social y personal, modelando el carácter, la inteligencia y las virtudes, Una no puede existir sin la otra. La formación moral aislada produce personas retóricas y estériles en obras, la instrucción encerrada en si misma crea seres férreamente pragmáticos y materialistas.
La sociedad intenta responder a ese compromiso educativo mediante un sistema formal a través de escuelas, universidades y otras muchas instituciones que desempeñan la labor de ofrecer formación e instrucción según proyectos establecidos para atender a las demandas sociales. Pero además la sociedad forma e instruye a toda hora y en cualquier lugar. ya que cada persona está continuamente expuesta a situaciones, ejemplos o problemas que resultan en un aprendizaje ineludible.
Es en la superación entre la educación formal y la informal donde se hallan los orígenes más profundos del problema educativo, es ahí quizá donde se encuentran su verdaderas causas.
Cuando un familia delega absolutamente la formación de sus hijos en la escuela porque no quiere aceptar sus deberes correctivos, da muestra de irresponsabilidad y falta de compromiso. Cuando los medios de comunicación aclaman la incultura, la banalidad o la inmoralidad, carcomen la base de los esfuerzos que las familias y los profesores realizan para intentar trasmitir los conocimientos, habilidades y valores a los nuevas generaciones. Cuando los líderes gubernamentales se aferran a decisiones con el fin oculto de engordar su botín económico y político: cuando los jueces se venden al mejor postor; cuando la fuerza pública se pone al servido de los poderosos; cuando los artista se consideran únicos árbitros de las costumbres y la estética; cuando los políticos suponen ser custodios de la razón absoluta y se creen poder actuar al margen de las leyes; o cuando los individuos comunes concluyen que es un derecho ignorar los derechos de los demás; se esta dando un mensaje incuestionable a cada potencial aprendiz "haz lo que la sociedad hace, no lo que la sociedad dice".
Esta es la razón de considerar al problema educativo como un problema cultural. Tenemos la educación que nos merecemos tal como somos. Y si queremos subir peldaños nos queda una sola vía: cambiar.
Iniciemos, pues, por aceptar que todos somos educadores. Todos informamos e instruimos, aún sin proponérnoslo. Advirtamos que cada pequeño nos mira en busca de un modelo , que cualquiera de ellos puede tomarnos como ejemplo. Pensemos que los niños calculan sus anhelos, sus ilusiones o sus conocimientos según lo que ven reflejado en nosotros, que ninguno de nuestros actos es completamente privado y que no nos es posible ocultarnos de la responsabilidad educativa.
todos somos culpables de esta catástrofe silenciosa que exhibe, antes que nada, un fracaso personal que guarda proporción con la cantidad de los individuos sobre los que influimos. Si cada uno de nosotros asumiese como una cuestión de honor el enmendar sus propios errores y pulir sus virtudes, estaríamos dando un paso hacia la solución que seria infinitamente mayor y más relevante que todas las reforma estructurales de cualquier nivel.